Más allá del impacto que ha tenido a nivel mundial la renuncia de Benedicto XVI a su pontificado, uno de los temas que más me ha llamado la atención de este asunto es la forma en la que muchos mexicanos están tomando la noticia.
Basta ver en las redes sociales para darnos cuenta que la renuncia de Benedicto XVI no ha pasado desapercibida para los mexicanos, sin embargo, cada vez son más las personas que se expresan sobre el tema con agrias bromas o un descarnado desprecio en contra de la Iglesia católica y su jerarquía.
El centro de las burlas siempre es el mismo: los recientes escándalos de pederastia en los se han visto involucrados cientos (quizás miles), de sacerdotes católicos alrededor del mundo.
Desgraciadamente para la institución, en la mayor parte de estos casos su respuesta ha sido la menos adecuada al decidir callar, encubrir y proteger al agresor, en lugar de la víctima.
En el año 2005, ya siendo reportero de Hora Cero, tuve la oportunidad de vivir de primera mano la forma en la que algunos integrantes de la jerarquía católica reaccionan ante las denuncias de abusos infantiles.
En el poblado de Comales, perteneciente al municipio de Camargo, se supo que Miguel Ramírez Vázquez, el párroco de la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, encabezaba a un grupo de hombres quienes gustaban de atacar sexualmente a menores de edad.
No fue sino hasta que los padres de la pequeña se armaron de valor (lo que les provocó el desprecio y rechazo de algunos de sus vecinos), que las autoridades integraron lo que en esos años se conoció como la averiguación previa 28/2005.
Conforme se fue avanzando en las investigaciones, se supo que Ramírez Vázquez ya tenía antecedentes, pues en el año de 1995 fue acusado –otra vez– de violación, de no uno, sino dos menores de edad, cuando estaba a cargo de la parroquia San José en Naco, Sonora.
En ese entonces las autoridades sonorenses liberaron una orden de aprehensión en contra del párroco, quien gracias al apoyo de sus superiores, pudo escapar a Tamaulipas.
Fue aquí donde fue aceptado por el entonces Obispo Francisco Javier Chavolla Ramos, quien lo mandó para Comales en donde el padre Miguel volvió a caer en sus viejas y sucias prácticas hasta que fue –nuevamente–, denunciado.
Abusando de su peso entre la comunidad, Ramírez Vázquez se enteró de que existía una nueva orden de aprehensión en su contra y logró escapar a Estados Unidos. Lo último que se supo de él es que se escondía en la ciudad de Houston, Texas.
Desconozco qué fue del padre Miguel, si sigue vivo o si regresó a México. Lo único seguro es que actualmente tendría 74 años de edad.
Desgraciadamente en este triste caso tamaulipeco, la respuesta de la jerarquía católica fue la misma que le ha ganado a una parte de la institución el desprecio de muchos sectores de la sociedad: el silencio, la complicidad, la protección al agresor.
Es muy triste ver que por las actitudes de unos cuantos, la labor de muchos es opacada y mancillada.
Me queda claro que dentro de la Iglesia católica los “padres Miguel” son los menos, sin embargo, esas pocas manzanas podridas han dejado una mancha muy difícil de borrar.
Diasdecombate@hotmail.com
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