Las primeras noticias tras la elección intermedia en los Estados Unidos indican que el tsunami trumpista que se anticipaba terminó apenas en un escalofrío. No nos engañemos, la polarización sigue ahí más activa que nunca, pero hay elementos para el optimismo. A pesar de tener la economía en contra, los demócratas se encaminan a mantener el control del Senado y parece que las pérdidas en la Casa de Representantes (equivalente a los Diputados en México) serán menores.
Según los últimos reportes, el resultado en Georgia, que se conocerá hasta diciembre, definirá quién se queda con el control del Senado. Es un estado interesante que, con una población afroamericana del 30%, había sido gobernado casi en su totalidad por blancos. En 2020 se rompió una racha de 6 elecciones presidenciales en que sus habitantes habían votado mayoritariamente por candidatos republicanos hasta que Joe Biden, con el voto afroamericano, ganó el estado.
Un distintivo en estas elecciones fue la participación de muchos electores demócratas que usualmente no salían a votar. Dos temas los motivaron: la amenaza a la Democracia que representa Trump, sobre todo tras conocerse los detalles de su implicación en los eventos del 6 de enero del 2021, mejor conocidos como el “asalto al Capitolio”; y la anulación por parte de la Suprema Corte del fallo Roe vs Wade que había venido garantizando los derechos reproductivos de las mujeres. Trump está detrás de ambos temas. La mayoría silenciosa en EEUU salió a votar porque se siente amenazada por este político que no se detiene ante nada con tal de lograr sus propósitos personales.
Lo mismo pasó recientemente en Brasil: Lula ganó apretadamente a Bolsonaro, quien se había mostrado con tintes autoritarios. Para lograr la hazaña de regresar a la presidencia por tercera vez, luego de haber estado en prisión acusado de corrupción, Lula tuvo que construir una delicada alianza con los sectores del centro y centroderecha brasileños. A pesar de los llamados de algunos grupos a la Intervenção Federal para impedir los efectos legales de la elección, los militares se mantuvieron al margen y dejaron que los procesos continuaran. Lula asumirá la presidencia el 1 de enero del 2023.
Otro ejemplo reciente que anima al optimismo es el rechazo claro y profundo de los chilenos a la nueva constitución. Le dieron la presidencia a Boric, un joven representante de la izquierda y dirigente estudiantil en las movilizaciones del 2011 que empujaron la redacción de la nueva constitución; y luego le marcaron un claro límite al votar No en el plebiscito de ratificación.
Estos tres claros ejemplos permiten ser optimistas de que la democracia continuará siendo predominante en el continente. Esperemos que los mexicanos sigan el ejemplo en los difíciles días que nos esperan de aquí al 2024.
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