Los adolescentes en la búsqueda de su identidad pueden caer en actitudes y comportamientos que atentan contra su integridad física y mental.
Al leer una información fechada en Matamoros donde un grupo de estudiantes de secundaria presentaban heridas en las muñecas, lo que obligó a las autoridades educativas a prestar atención a esa problemática que pudiera devenir en un suicidio masivo, nos pone a pensar que esas acciones son un indicativo de la necesidad de esos jóvenes de expresarse y ser escuchados.
De acuerdo a la nota, los muchachos pertenecen al movimiento Emo, cuyo nombre proviene de emoción, o emocional.
Los jóvenes Emo no están dispuestos a ocultar lo que sienten, como lo explica Andrés Alcántara, especialista en grupos urbanos de la Facultad de Sicología de la Universidad Autónoma de México, de ahí que su vestimenta y comportamiento los identifique de inmediato.
Otro investigador de la UNAM, Héctor Castillo, da una explicación sobre las heridas que se autoinfligen, señala que se cortan las muñecas, se las vendan y después muestran las cicatrices como un signo de pertenencia a un grupo.
Esa tendencia de señalarse a sí mismos, es una forma de llamar la atención, no sólo de su familia, sino de la sociedad en sí.
Tamaulipas no es ajeno a los movimientos sociales como los Emo, lo que nos obliga a reflexionar sobre lo que las autoridades están haciendo para atenderlos en sus necesidades que de otra manera puede generar un problema social más grave que no sólo incluya vestir de determinada forma, distinta al resto de la población.
Los padres de familia de estos jóvenes que están llegando al punto de lastimarse a sí mismos, deben prestar atención a las inquietudes que presentan y ayudarles a encauzarlas.
Los adolescentes son más proclives a mostrar rebeldía ante las reglas impuestas por la sociedad.
A ellos, los adolescentes, se les debe de alguna manera, que la sociedad avance y se critique a sí misma, pero depende de los adultos hacer que esa etapa la superen sin hacerse daño y se conviertan en seres satisfechos y con ánimo para enfrentar las vicisitudes de la vida.
Por lo pronto, otras ciudades de la entidad que tengan jóvenes que pertenecen a movimientos como los Emo, deben prestar oídos a lo detectado la semana pasada en Matamoros, para evitar que se genere un problema social más severo.
Afortunadamente en el caso de Matamoros fue descubierto a tiempo, porque los estudiantes de secundaria tienen heridas en las muñecas y las muestran sin ningún pudor, pero pudiera suceder que en esos grupos sociales se estén incubando otras problemáticas.
Y cuando sabemos de esta clase de situaciones creemos que están fuera de nuestro entorno social, que nunca algún familiar o amigo externará su posición ante la vida hiriéndose a sí mismo, pero por más extraño que nos parezca puede tratarse de experiencias que están más cerca de nosotros de lo que imaginamos.
De ahí la necesidad de prestar atención a los grupos de jóvenes que vemos por nuestra ciudad, quienes no sólo están graffiteando las paredes de casas particulares y edificios públicos, ahora también se hieren físicamente.
Y en esa labor es imprescindible el trabajo conjunto entre autoridades educativas, el DIF, las autoridades civiles, los medios de comunicación y los padres de familia para ayudar a los jóvenes a encontrar su lugar en el mundo.
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