Erratas.
Como sabemos, nuestra flamante Cámara de Diputados aprobó por unanimidad la llamada “Ley de Austeridad Republicana” con la que se cierra (y esto lo vemos con muy buenos ojos), “la llave” para los excesos a los que los servidores públicos nos tenían acostumbrados.
Nadie más volverá a ganar más salario que el Presidente. No habrá pensiones para los ex presidentes. El gobierna deberá ser austero y los privilegios y prebendas quedan ya disminuidos a cenizas del pasado reciente de nuestra historia Patria.
La “austeridad republicana” es, pues, un hecho consumado. Cosa que se aplaude y se agradece. El problema (es que dicen que en política el fondo es forma y viceversa), radica -nuevamente- en que parece que se hacen las cosas al vapor, al “ayseva”, al ¡chilazo! para que la raza me entienda.
Y es que resulta que la tan bien intencionada ley hace mención a conceptos que ya no son vigentes, tales como Distrito Federal, IFE, salarios mínimos vigentes, etc, que a fin de cuentas son erratas de nuestros queridos legisladores ante la prisa de querer hacer los ajustes de necesarios para que todo esté “bien planchado” para el próximo 1 de diciembre.
El fondo es forma, y estamos viendo que nuestros flamantes diputados parece que aplican la premisa “chilera” de que primero doy el golpe y después investigo. O lo que es lo mismo, primero propongo, apruebo y publico, y ya después veo si hago enmiendas, abrogaciones, leyes subsidiarias o reinterpretaciones que apoyen la ley propuesta, aprobada y publicada.
ERRORES
La Ciudad de México ha padecido durante una semana el desabasto de agua. El proyecto era claro: suspender el servicio, hacer adecuaciones al sistema de bombeo del Cutzamala, conectar la famosa “K” invertida y bombear nuevamente el agua. El plan hecho desde hace poco más de cinco años no podía fallar, pero algo falló.
La famosa “K” invertida fue un error. Los cálculos fallaron y la fuerza del agua desplazó más o menos cinco centímetros el “implante” y hubo fuga. El error estaba consumado. El dinero mal invertido y la corrupción a flor de piel (pero nadie habla de ella).
Nuevamente, esta política o está hechura mexicana del “ayseva”, del “chilazo”, en la que queda descubierta la ineptitud de algunos, la hipocresía de varios y el silencio de muchos. Y es que solo se menciona por parte de las autoridades que “regresamos a como estábamos antes, a la normalidad”, cuando lo normal debió ser que esta inversión millonaria cumpliera su cometido.
El fondo es forma, decíamos. Algo pasa en nuestro sistema político que no nos permite salir del bache. El cambio que ya inició tiene muchas oportunidades. Esta cuarta revolución deberá dar frutos prácticamente de manera inmediata, pues la inactividad, la inoperancia o la mediocridad ya deben ser superadas.
HORRORES
Tenemos ya la caravana de inmigrantes centroamericanos. Definitivamente, al ser México un país de apertura y de derechos humanos, hay que procurarles un tránsito seguro, no violento y en condiciones que ayuden a definir de manera rápida su status legal. México es un país de instituciones y de éstas se tienen que respetar. Si hacemos que las respeten los extranjeros será mucho más fácil para los nacionales respetarlas, y viceversa. Si nosotros respetamos las instituciones será más fácil para los inmigrantes tener esa referencia de respeto.
Estamos ante un colapso de las fronteras; éstas han dejado de ser un límite para aquel que, desesperado, busca una mejor forma de vida. Las fronteras siempre han sido una invención política y siempre han sido motivo de disputa.
Las caravanas de inmigrantes son una realidad tanto en México como en sudamérica (vemos los millones de venezolanos que buscan mejores oportunidades en Colombia, Ecuador, Brasil e, incluso, Argentina). La caravana de inmigrantes centroamericanos que está en nuestro país es para nosotros un reto; ¿hasta dónde debemos procurarle bienestar y procurarles salubridad y trabajo? Esto lo pregunto pues las necesidades de más de siete mil personas son muchas, pero también son muchas las necesidades de más de cinco millones de mexicanos. Debemos dar, sí, pero ¿por dónde empezar?
El horror radica en pensar que un buen lavado de conciencia me evitará ver la necesidad de muchos, a costa de la solución de la penuria de pocos. El horror radica en pensar que el reto del respeto a los derechos humanos termina salvaguardando el de nuestros hermanos centroamericanos mientras nos olvidamos de los cinturones de pobreza de las grandes ciudades o de la pobreza extrema que se vive en el campo mexicano.
El horror está en quedarnos en el cuidado paliativo (atender a nuestros hermanos centroamericanos) mientras que nos olvidamos de erradicar el cáncer (no atender las necesidades de nuestros connacionales).
Hay que quitarnos la viga para mover la paja del vecino; hay que entender que la pobreza genera más pobreza y que la indiferencia es un síntoma de nuestros tiempos; lo que urge es aplicar la justicia en todos los niveles sociales, políticos y económicos.
Seguiremos atentos.