El Papa Francisco llegará a México el 12 de febrero y volará a Roma el día 17 desde Ciudad Juárez, después de llevar consuelo a los migrantes y dejar un mensaje especial a sus seguidores en esta tierra chihuahuense, tan castigada por los primeros azotes del crimen organizado y particularmente por quienes dieron de qué hablar a nivel nacional sobre la violencia contra las mujeres, al ser victimadas muchas de ellas por manos asesinas, sin que en esos días las autoridades tomaran conciencia plena de la gravedad del asunto.
Estaba cantado que sería Ciudad Juárez la que tendría el honor de recibir al progresista líder la Iglesia Católica, en su misión de alentar la buena voluntad de los responsables de la migración, en un cruce fronterizo hacia los Estados Unidos. Las esperanzas, muy lejanas, de que Reynosa pudiera dar la bienvenida al Sumo Pontífice, como quiera aleteaban en el ánimo de estos vecinos de la nación norteamericana, porque de una u otra forma le han dado fama comercial y de todo orden a los kilómetros de frontera que nos separan de los “gringos”.
No se dio y ni modo. Pero queda en el espíritu la gratificación de que nuestros compatriotas de Ciudad Juárez sean objeto de tan singular distinción. Y esperamos, como si el Papa pronunciara su arenga en Reynosa, que esas palabras salidas del corazón roturen el camino del buen trato y la consideración a todos los que buscan un mejor nivel de vida muy lejos de su tierra y arrostrando peligros que ponen en riesgo su integridad e inclusive su vida.
Igual que la preocupación por la paz y la ecología, el Papa siempre tiene en mente que la inmigración por necesidad es su mayor impulso en cuanta oportunidad se le presenta. Así es que, con mayor razón, cuando esté en Ciudad Juárez alzará su voz y desde tierra mexicana marcará derroteros para tan delicado tema de cobertura mundial. Es que no podemos quedarnos con los brazos cruzados al ver las noticias sobre la desesperada huída de muchas familias de Siria e Irak, y no se diga de varios países de Europa.
Es conmovedor enterarse de la forma como tratan de llegar a un mejor destino quienes no encuentran las condiciones mínimas ya no para vivir sino hasta para sobrevivir en su tierra natal. Y es indignante enterarse cómo se les cierran las puertas en algunos territorios donde impera la gente xenobóbica o temerosa de la inseguridad que teme le llegue en estas oleadas humanas en donde es factible se cuelen fanáticos religiosos e ideólogos radicales con fines terroristas.
El Papa tiene muy en cuenta la reacción de Donald Trump en sus aspiraciones por llegar a la Casa Blanca. E igual que líderes de otras religiones y de corte político reprueban los exabruptos y la violencia verbal del político republicano, también Francisco ha sido sacudido en su entorno por las declaraciones que este hombre sigue lanzando contra México y sus habitantes.
Así es que esperamos que Ciudad Juárez se convierta en una tribuna ideal para acelerar la reforma migratoria y en un púlpito público desde el cual Francisco defienda los derechos humanos de los “sin papeles” y sacuda a quienes tienen el poder de realizar mejores políticas para convertir sus espacios donde gobiernas en sitios de verdadera convivencia fraterna.
Por lo demás, el Papa sentará también cátedra en Chiapas y en Morelia que no pisaron antes ni Juan Pablo II ni Benedicto XVI y ha dicho que si viene a la ciudad de México es por visitar la Basílica de Guadalupe y estar a los pies de la Morena del Tepeyac, pero que no desea visitar ciudades donde ya estuvieron sus antecesores.
Desde hace meses estaba cantado también que Monterrey, tan entrañable de Reynosa, y de Tamaulipas en general, tampoco verá en persona al Papa Francisco. ¡Otra vez será!
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