Hoy en día en el ámbito de la política moderna y con el surgimiento del llamado “marketing político” los estrategas políticos se perfilan como profesionales que cobran muy bien por sus servicios en la planeación e implementación de las acciones y maniobras para alcanzar un fin. En campaña el fin es llegar al poder y en gobierno el fin es mantener el poder.
Así que vamos al grano: Conversando con estrategas políticos modernos, debatíamos sobre cuál ha sido (en su respetable opinión) la más efectiva estrategia política en México. Unos decían que la carga simbólica de la Virgen de Guadalupe, tanto durante la Conquista como en la Independencia, cuando el Cura Hidalgo tomó la venerada imagen como estandarte, fue sin duda alguna, una brillante estrategia política para manejar y movilizar a las masas. ¿Pero qué me dicen del PRI que durante ochenta años logró consolidar lo que se la llamado “una dictadura perfecta”
Semánticamente, no creo que exista una paradoja más grande que “institucionalizar la revolución”; pero sobre esa paradoja es que se fundó y se consolidó el Partido Revolucionario Institucional durante muchas décadas, aunque “todo por servir se acaba o acaba por no servir.” De no haber sido por la “hipertrofia” y la corrupción que con los años y los abusos carcomieron y pudrieron las entrañas mismas del partido, el PRI seguiría siendo la estructura fundamental de una estrategia política como no ha habido otra igual. Ningún partido político en México, ni grande ni pequeño, ha podido igualar los alcances y la hegemonía que para bien o para mal, tuvo la estrategia política del PRI.
Lo triste es que en realidad, con las nuevas estrategias políticas mercadotécnicas, clientelistas y superficiales, los nuevos partidos aún no han podido elaborar una estrategia política propia de fondo y forma, sólida, perdurable y bien estructurada; lo suficientemente fuerte para superar la prueba del tiempo y quizás eso nunca lo volveremos a ver (¡Ni en el mismo PRI) hasta que surja un estratega como los de antaño.