En una revista llamada “Caras”, un día leí un publirreportaje sobre Eugenio Hernández y su familia, cuando el tamaulipeco gozaba de enorme apoyo como gobernador de su Estado. Las fotos, en abundancia, eran elocuentes y parecían hechas para un cromo a perpetuidad. Los elogios abundaban y las expresiones de satisfacción del político remarcaban que era muy honorable.
La gente también así lo creía.
Honorable, ajá, muy honorable. Sí, porque estaba gozando las mieles del poder y era un atractivo del PRI puesto en la marquesina de los mejores eventos, para lucirlo, para emularlo, para proyectarlo. Terminó su periodo gubernamental y se fue de viaje por Europa con los suyos y seguía presumiendo el título de honorable. Cómo no.
Pero hete aquí que, tras una sesuda investigación de una Corte de Distrito de los Estados Unidos, allá le quitaron lo honorable y lo han tipificado como probable corrupto al ser acusado de lavado de dinero en complicidad con su cuñado Óscar Gómez Guerra.
El hombre honorable sigue siendo honorable según los estándares de México donde abundan muchas personas honorables como Eugenio Hernández y su cuñado Óscar Gómez Guerra. Pero si no es honorable de acuerdo con los estándares de Estados Unidos por la supuesta corrupción de ambos, también debemos decir, en su descarga, que hasta que se le compruebe el presunto lavado de dinero, sigue siendo honorable, y tiene derecho a su defensa aunque aquí nos muramos de risa por su cinismo y los argumentos que ha expuesto para que los suyos lo sigan creyendo honorable.
No es que sus pruebas llamen a risa. No. De ninguna manera, ¡qué va! No llaman a risa, sino que arrancan la carcajada, si bien es cierto sólo el tiempo y la justicia real podrían apagar esas risas y carcajadas o volverlas compasión por la suerte que le espera al político que, dicen, es tan pobre que lo único que le sobra es el dinero.
Deseamos, además de un juicio apegado a derecho y una defensa apropiada al caso, que este escándalo no esté asociado al interés político de quienes pudieran estar buscando sacar raja de la desagracia del honorable Eugenio Hernández y su cuñado Óscar Gómez Guerra, tan trabajadores ellos y afortunados de multiplicar su fortuna a base de esfuerzo, iniciativa empresarial y nichos de mercado donde sus negocios florecen desde hace años.
Se vienen las elecciones para suceder a Egidio Torre Cantú. El ahora gobernador podría también estar interesado en el juego amigo dentro de su partido para que el PRI lo deje elegir su “gallo”. O podría ser parte de la estrategia del PAN con miras a desprestigiar no al hombre honorable que se dice ser Eugenio Hernández, sino hacerle un boquete al PRI en lo más sensible de la sociedad que ya está harta de tanta corrupción de los políticos que han gobernado Tamaulipas.
No. No vale enseñarse con un hombre honorable como Eugenio Hernández ni usar su fama como moneda de cambio en las elecciones que se avecinan. Lo único que vale es conocer la verdad sin tapujos. Lo único que vale es poner el dedo en la llaga del delito, sin es que existe, y que le duela a quien le duela. Lo único que vale es un juicio limpio y tope donde tope la sentencia.
Sí. Es hora de decir basta a tantos políticos corruptos. Hay que impedir que su número siga creciendo. Sí. Pero que sea la ley la que dictamine el grado de culpabilidad de un acusado. Y que México no salga a proteger a Eugenio Hernández y su cuñado si es en los Estados Unidos donde lo alcanza el brazo de la justicia.
Total ya vivió buen tiempo como persona honorable y ganó muchas páginas en la revista “Caras”. Si ahora no lo es, lo sentimos, pero que sean las pruebas las que lo hundan. No importa que su caso trascienda en vísperas de las elecciones de gobernador en Tamaulipas.
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