México y su gobierno se han mostrado respetuosos del proceso electoral que ocurre en los Estados Unidos, aunque muchos de los temas de la agenda bilateral se están utilizando para llevar agua al molino de los dos candidatos en contienda, con énfasis muy marcado en el ala conservadora que patrocina a Donald Trump. Quizá se haya hecho alguna recomendación a los paisanos que viven allá para que voten por quien ofrezca una solución real y efectiva al problema migratorio; pero, nomás.
Sin embargo, la desesperación de quienes han visto cambiar el panorama político electoral en las últimas semanas los hace recurrir a maniobras peligrosas para ambas partes. Primero, las desafortunadas palabras del embajador Ken Salazar amenazando a México; luego, los judas mexicanos que amasaron pantagruélicas fortunas con la venta de las empresas nacionales, de los bienes de la nación y de parte del territorio nacional a los monopolios mundiales, siguiéndole el juego.
Ayer, la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado y uno que otro senador despistado, publicaron que: “Instamos firmemente a la administración de López Obrador, así como a la administración entrante de Sheinbaum, a perseguir sólo aquellas reformas que mejoren las calificaciones profesionales, combatan la corrupción, protejan la autonomía judicial y fortalezcan la confianza de los inversionistas. Estas consideraciones son esenciales para preservar los valores democráticos y la prosperidad mutua que unen a nuestras naciones”. ¡Achis! ¿Pos de cuál fumaron?
Ya encarrerados dijeron: “Nos preocupa profundamente que las reformas judiciales propuestas en México socaven la independencia y transparencia del poder judicial del país, poniendo en peligro intereses económicos y de seguridad críticos compartidos por nuestras dos naciones. También nos alarma que varias otras reformas constitucionales actualmente en discusión puedan contradecir los compromisos asumidos en el Acuerdo Comercial México-Estados Unidos-Canadá, cuya revisión está programada para 2026”. De plano, irrigaron fuera del hoyito.
Los Estados Unidos no están en posición en emprender una nueva aventura injerencista en México porque el Señor no les dio el don de la ubicuidad; tiene mucho de qué preocuparse en otras regiones del mundo. Además, las condiciones del país son muy diferentes a las que prevalecían en sus incursiones anteriores. Ciertamente que abundan los vendepatrias; pero, el pueblo mexicano está sólidamente unido con su gobierno y con el proyecto de la Cuarta Transformación.
Nomás por señalar la historia reciente: Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum Pardo, dos mexicanos ejemplares, no tienen nada que ver con Luis Echeverría Álvarez, que cambió la inversión extranjera por créditos leoninos de los organismos internacionales y finalmente tuvo que devaluar; con José López Portillo, que trajo créditos colosales para obra que los magnates rechazaron y al final declaró la segunda moratoria de pagos en toda la historia.
Tampoco con Miguel de la Madrid Hurtado, que inició la venta de las paraestatales y entregó el poder político al poder económico; o con Carlos Salinas de Gortari, que rifó las empresas más boyantes de México a los 25 millonarios que pagaron por participar en el sorteo 25 millones de dólares sabiendo que con ellos ingresaron al club de los súper ricos; o Ernesto Zedillo Ponce de León, que remató los ferrocarriles y otras empresas para irse de empleado de las mismas, cediendo la Presidencia al PAN.
Menos, muchos menos, con Vicente Fox Quezada, el gran merolico que asesinó las esperanzas democráticas y quería legar la presidencia a su mujercita; o Felipe Calderón Hinojosa, que desató la guerra fratricida que sigue regando de sangre el suelo azteca, por su ciega obediencia a los mandatos de Washington; o de Enrique Peña Nieto, el fifí de la televisión que entregó el petróleo y la energía eléctrica a los emporios mundiales de los energéticos.
Andrés Manuel es un hombre a carta cabal y Claudia una gran mujer, con el agregado de que son mexicanos conscientes de serlo y, por lo mismo, íntegros, valientes y patriotas. Con ellos, ni un paso atrás en la recuperación de la patria y sus valores reconocidos en todo el planeta. Si algunos políticos de los Estados Unidos desean utilizar a México como títere en su contienda electoral, más vale que lo piensen dos veces.