Una buena parte del éxito electoral de Luis Donaldo Colosio y Samuel García fue el presentarse ante los neoloneses explotando su imagen de “disruptores” del sistema político tradicional que ha gobernado el estado y su capital por muchos años y con diversas siglas.
Entre las bases de la estrategia electoral, los jóvenes políticos construyeron una narrativa de rompimientos con el status quo, ese de la vieja política y los políticos viejos que además de beneficiarse y beneficiar a sus aliados, poco se interesaban en resolver las necesidades reales de la comunidad.
Jóvenes, educados académicamente y echados pa’delante, Colosio y García desafiaron exitosamente al sistema y accedieron al poder.
Hoy que son gobierno, esa narrativa se difuminó ante la realidad de ser el responsable y no el que critica; particularmente cuando esa realidad ha trastornado a millones de personas que a diario sufren por la incertidumbre de no saber si se podrán bañar, si regresarán seguros a casa o si ante la nueva ola de contagios de COVID estarán protegidos.
A estas alturas de sus gobiernos, el alcalde regio y el gobernador ya deben haber entendido que no es lo mismo ver los toros desde la barrera que detrás del capote.
Además, ya deben de estar conscientes que ejercer el poder público no es lo mismo que postear en redes sociales, en donde se maneja el contenido y potencialmente los resultados, mientras que, en la vida real, ni el clima ni los virus pueden ser controlados por completo.
¿Entonces, que hacer para confirmar que en verdad son diferentes al gobernar? Aquí tienen mis dos centavos: remodelación y ampliación de Metrorrey y renovación urbana del primer cuadro de Monterrey.
Debatible o no, la capital regia se destaca internacionalmente como una de las mejores ciudades para vivir en Latinoamérica; el problema es que lo que se muestra en los videos y fotografías es San Pedro, y lo que se ignora es que el fundamento de la riqueza que construye torres monumentales sobrevive en la periferia.
En el lenguaje de la innovación, un disruptor es aquel que rompe con lo establecido, que interrumpe el curso normal de lo establecido para crear nuevos resultados orientados a la mejora.
En ese espíritu de cambio, el estado tiene la posibilidad de transformar lo que hoy es un metro obsoleto, deficiente y corto para las necesidades de los regiomontanos. Ausencia de elevadores, escaleras eléctricas y rampas de acceso en todas las estaciones, vehículos sin aire acondicionado que continuamente fallan, estaciones sucias y de alcance limitado para las necesidades de una metrópoli que se promociona como de clase mundial pero que ni siquiera tiene una ruta de transporte público que conecte el centro de la ciudad con el aeropuerto internacional. Si, es una inversión monumental, pero de consecuencias sociales incalculables.
Igualmente, el primer cuadro de Monterrey, que para efectos prácticos es la zona de Calzada Madero hasta Constitución, y desde Félix U. Gómez hasta Venustiano Carranza, requiere de una rehabilitación urbana urgente que invite al turismo a pasear y a los residentes a salir a recorrer sus calles, que hoy son sucias, oscuras y sin facilidades para el uso de la bicicleta como alternativa de movilidad en la zona. No todo es el barrio antiguo y la zona peatonal de Morelos.
La oportunidad de generar sinergias con las constructoras que han comenzado a levantar torres de departamentos para crear y ejecutar un proyecto coordinado de regeneración urbana mixta podría potenciar el renacimiento del centro regio, históricamente lastimado, ignorado y desatendido por los viejos gobiernos municipales.