Cuando para la mayoría de los analistas políticos en 2012 la presidencia de la República será ganada por el PRI, teniendo como casi seguro candidato a Enrique Peña Nieto, gobernador del Estado de México, no hay que dejar de voltear a la izquierda unida.
Si bien la polémica alianza del PAN y el PRD tuvo resultados favorables para ellos, y amargos para el PRI en Oaxaca y Puebla donde despojaron de la gubernatura al tricolor, es casi seguro que llegarán desunidos para los comicios presidenciales de 2012.
Por la sencilla razón de que en dos años los partidos se jugarán todo: el PAN queriendo ganar su tercera elección al hilo; el PRI enrachado, pese a los recientes descalabros, con un Peña Nieto como imán del voto femenino, y el PRD, PT y Convergencia, con el reto de poner en la misma sintonía a Marcelo Ebrard y a Andrés Manuel López Obrador.
A menos que se planeara una eficiente campaña sucia vía Internet, esquivando las leyes del IFE que no alcanzan al ciberespacio, Acción Nacional va destinado a desalojar Los Pinos, con un país peor de violento que heredó Felipe Calderón Hinojosa de Vicente Fox Quesada.
Por su parte, el Partido Revolucionario Institucional, que había ganado casi todas las elecciones estatales desde 2006, tendría una oferta joven, carismática y enjabonada con Peña Nieto, pero con una gran debilidad: aquellos mexicanos que vivieron lo peor del PRI en tiempos de José López Portillo y Carlos Salinas de Gortari ¿querrán que regresen esos tiempos?
Por eso, la tercera vía, aunque suene descabellada, sería la opción de la izquierda unida, con un jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, como candidato a la presidencia de la República y un López Obrador, reconciliado con las diferentes tribus del PRD, buscando estar de nuevo en el puesto de Ebrard.
Han pasado ya cuatro años desde que López Obrador perdió la presidencia de la República, teniendo en contra no solamente a un desquiciado ex mandatario como fue Fox, sino además a los principales grupos empresariales.
En 2006 “El Peje” fue un fenómeno político que ya tenía en la bolsa a los capitalinos, con acciones de gobierno como devolverle la tranquilidad al centro histórico antes en manos de la delincuencia, y el apoyo a las personas de la tercera edad, una acción primero duramente criticada por sus detractores y, luego, implementada en otras entidades en manos del PRI y PAN.
El tabasqueño carga, sin embargo, un pesado lastre como haber ordenado el bloqueo de Paseo de la Reforma luego de su derrota, que trastocó la vida de los capitalinos y que le generó un costo político.
También su confrontación con la dirigencia del PRD, en especial con Jesús Ortega, cuando apoyó a Alejandro Encinas para la dirigencia nacional, sin dejar a un lado que después se pasó a las filas del Partido del Trabajo, su trinchera desde hace poco más de tres años.
Ahora la principal tarea de la izquierda será seducir a los mexicanos y convencerlos de que pueden encabezar un gobierno diferente, pero sobre todo seguro.
¿Por qué Marcelo Ebrard tiene en paz a la capital del país? ¿Por qué el DF no está en boca de los mexicanos con noticias de ejecuciones masivas, narcobloqueos, narcofosas y policías asesinados?
Y estamos hablando de la ciudad más poblada del mundo. ¿Será que la izquierda sí sabe gobernar?
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