El carácter de Heriberto Deándar Martínez se forjó en el seno de una familia mexicana que vivió en carne propia la lucha revolucionaria. Esa que dio a México la más prolongada época de paz, estabilidad y desarrollo de que se tenga memoria.
Su padre, don Heriberto Deándar Amador ingresó a las filas del Ejército Constitucionalista a los 14 años de edad y, luego de una azarosa carrera, se licenció como capitán telegrafista al término de la guerra.
De él escuchó la frase que marcaría su vida y su destino: “Ser hombre es muy difícil; no se lo aconsejo, compita”. Al principio no entendió su cabal significado, pero al paso del tiempo las experiencias le permitieron asumirlo como una forma de vida. Sus primeras pruebas de fuego fueron en la Saint Joseph Academy, de Laredo, Texas, donde tuvo que enfrentar a puño limpio la discriminación de los jóvenes norteamericanos. Luego en el colegio militarizado Justo Sierra, de Monterrey, donde doblegó a un instructor que a cachetadas quería humillarlo: aquel, una bofetada; él, a pie firme, así hasta avergonzar al abusivo.
Cultivó su intelecto en las aulas de la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde fue muy popular, hasta que un infarto cardíaco que sufrió su padre lo obligó a dejar los estudios y retornar al terruño. Siendo muy joven y acostumbrado a la modernidad de la Ciudad de México, debió hacerse cargo del periódico que su padre había fundado, El Mañana de Reynosa, un diario que pronto se ganó el reconocimiento y el aprecio de la gente de ambos lados de la frontera por su espíritu libre.
El muchacho inexperto debió enfrentar a quienes se consideraban estrellas del periódico y trabajaban por y para su cuenta. Con su natural astucia, buscó la ayuda de un profesional altamente calificado para que se hiciera cargo de la dirección del diario. Éste pronto se colocó a la vanguardia de la prensa escrita en todo el Estado y tuvo una amplia circulación en el sur del Valle de Texas. Heriberto pudo dedicarse a lo mejor que sabía hacer: las relaciones públicas, llevando a El Mañana a ser un auténtico defensor de las causas populares y un líder en el mundo de la publicidad.
Su primera gran escaramuza fue con el jefe del Distrito de Riego que cobraba a los campesinos altas sumas de dinero por darles agua para el riego de sus milpas. Luego fueron otros caciques que se aprovechaban de sus posiciones para explotar a la gente, como fue el caso muy sonado de los peseros, a los que ayudó a liberarse asegurando “todo hombre tiene derecho a trabajar libremente para llevar el sustento a su familia”.
Su triunfo mayor fue en contra de los gobiernos neoliberales que acabaron con el régimen revolucionario para concentrar la riqueza en pocas manos y convertir a los mexicanos en esclavos y consumidores pasivos. Su empeño por la justicia y la libertad fue tanto que el poder político lo convirtió en víctima de la triple opción: encierro, destierro o entierro. Un golpe de suerte le permitió estar fuera del país cuando las fuerzas represivas llegaron a su casa para aprehenderlo.
Desde territorio americano condujo su defensa con la ayuda de abogados de alto nivel profesional. Le ofrecían el perdón a cambio de que se rindiera y se doblegara al mandato de las hordas neoliberales. No aceptó jamás esa propuesta infame. “Si regreso a mi casa, debe ser con la frente en alto, libre de toda acusación, porque yo soy inocente”. Una de las acusaciones era por involucramiento en el tráfico de estupefacientes, a lo que dijo: “Solamente un tonto le echa dinero bueno al malo, y yo no lo soy. Si el periódico nos da para vivir sin apuros a más de 200 familias, ¿por qué habría de usarlo para actividades ilícitas?”.
Heriberto Deándar Martínez volvió a su casa y a su trabajo. La comunidad reynosense y de otros lugares le ha reconocido su tarea como el gran promotor de las mejores causas sociales. Quizá falta el reconocimiento de los que en este momento han recogido los frutos de sus luchas y sus afanes, como lo manifestó el expresidente Andrés Manuel López Obrador: “Me alegra que tu actitud sea tan plural, tan abierta”, durante la visita que le hizo, en el 2011. Éste dijo: “nuestra familia tiene orígenes revolucionarios”.
Así se selló una relación estrecha y dinámica entre el líder de la izquierda, luego presidente de la República y abanderado de las causas progresistas en América Latina y el aguerrido periodista.
Hoy, ya retirado de la actividad que lo convirtió en un líder social, Heriberto Deándar Martínez sigue pendiente de lo que ocurre en Reynosa, en Tamaulipas y en México. Asegura que: “La persecución de los gobiernos neoliberales no lograron destruirnos porque nuestro liderazgo es moral, es para servir, no para servirse”. Heriberto Deándar cumplió, tiempo es de que las nuevas generaciones entren al relevo, más en estos momentos en que México se encuentra bajo amago.