Al compás de la demagogia en sustitución de mejores salarios y equipos, de buenas intenciones abriéndose paso entre la saliva de quienes usufructúan el poder político y de un ambiente popular que en ocasiones los sacraliza bajo una perspectiva de figuras más propias del folclore urbano que de la conservación de la vida, este jueves 22 de agosto un grupo de servidores públicos ascenderá al nicho de los héroes.
Un día después las expresiones de agradecimiento y reconocimiento serán guardadas hasta el próximo año, cuando sean desempolvadas para repetir el ciclo.
En buena parte del país, el Día del Bombero será motivo para admitir la necesidad de mejorar el servicio que los vulcanos ofrecen a la sociedad, así como de superar sus condiciones laborales. La válvula de alivio de omisiones e irresponsabilidades se abrirá durante 24 horas.
“¡Con una fregada… tiren esa línea!… ¿Rompo la puerta, Capi?… ¡Rómpale su madre!… ¡Todos para atrás! ¡Todos para atrás!… ¡Échenme agua, hijos de la chingada, que me estoy quemando!”, son expresiones que viven en mí después de 45 años de haber tomado en mi estancia en Monterrey una de las mejores decisiones de vida: acompañar a los bomberos.
Conocí con ellos el supremo placer de atender la alarma en la madrugada para deslizarme en los tubos, equiparme a toda prisa y abordar la máquina para viajar hacia lo desconocido.
Con los apagafuegos supe distinguir el olor del cadáver humano y con ello tener el privilegio de oler mi futuro; escuché llorar a la sirena y su canto de orgullo y prisa para socorrer a quienes, lejos de las escasas estaciones operadas con presupuestos groseramente inferiores a los de la propaganda política, sufrían la pérdida de vidas y propiedades.
Hoy, como desde ese entonces, estoy convencido que deber esencial del individuo y de las instituciones del Estado, es proteger la vida y procurar el bienestar de las personas, pobres o ricas, corruptas u honestas, de preferencias convencionales o no, morenas o blancas, y todos los medios tonos de una sola esencia.
Brindar a la sociedad mexicana un servicio de bomberos al nivel de los mejores del mundo, no es un asunto que tenga que ver con la realidad económica nacional, sino con el compromiso del gobierno y de la sociedad con la vida humana.
Es inaceptable que la vida de las personas pase a un segundo plano en la jerarquización del gasto gubernamental, tanto como admitir la existencia de la desvergüenza de destinar recursos públicos a tareas accesorias, antes que a evitar la muerte, el dolor y la pérdida del patrimonio de un semejante.
Hoy es tiempo de dejar atrás el intento de purificar conciencias indolentes equiparando al bombero con un mártir, asumiendo como admirable el riesgo magnificado al que lo expone su precariedad o enalteciendo ante sus deudos su recuerdo, en lugar de asumir la responsabilidad de equiparlo y recompensarlo acorde a la importancia de su tarea.
Las lágrimas de los seres humanos saben igual en cualquier lugar o circunstancia. Benditos sean quienes tienen el privilegio de evitarlas.
Bomberos: ¡feliz 22 de agosto!
Ciudadanos y gobernantes: proteger vidas y propiedades es un asunto de todos los días.
En recuerdo de Lucio Zapata Tello, bombero y líder ejemplar fallecido el 22 de mayo, quien supo del fuego antes de que yo naciera y me diera con su confianza una de las mayores distinciones de mi existencia.
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