En Matamoros existen vidas que bien pudieran ser el fundamento para una buena película. Tenemos en nuestro día a día muchos personajes con existencias extraordinarias cuyas acciones a lo largo de su vivir pudieran ser el guión de cualquier película exitosa. Muchos de ellos simplemente mueren sin una especial mención. Hoy quiero contarles una buena historia.
Hubo un hombre excepcional, zacatecano de nacimiento y matamorense por adopción. Sumamente trabajador, que no tenía tiempo para pregonar sus logros, de los cuales muchos de ellos le dieron lustre no solo a él, sino a nuestra ciudad. Visionario asombroso desde muy joven y gran impulsor de la industria del calentamiento, ventilación y aire acondicionado. Su nombre completo es el título de la presente columna, pero era conocido popularmente como Abel de Luna. Un ciudadano matamorense fallecido el pasado 22 de noviembre y quien bien merece estas palabras de apología.
Nació un lunes 24 de noviembre de 1947 en Calera de Víctor Rosales, Zacatecas, una ciudad que debe su nombre a la producción de cal, y que su desarrollo económico se lo debe a la agricultura, ganadería e industria. Al parecer el haber nacido ese primer día laboral de la semana fue una premonición mística de su vocación y amor por el trabajo.
Hijo de Manuel de Jesús Luna Villegaz y de María de Jesús Domínguez quienes formaron la familia Luna Domínguez. Pocos días después de que Abel nació, el secretario del registro civil en medio de tanto trabajo en su oficina cometió un pequeño error que lo acompañó toda su vida. Al momento de ser registrado por sus padres, dicho secretario le preguntó a su asistente: “¿Cómo se apellida este niño?” Ella le respondió: “Ese niño es de Luna”; las prisas no le permitieron al secretario ratificar para rectificar la información y quedó registrado como José Abel de Luna Domínguez; cuando la familia trato de hacer la corrección la respuesta fue: “Lo hecho, hecho está” fue así como tuvo el apellido con tintes aristocráticos toda su vida.
Desde su temprana infancia fue proclive al trabajo, influenciado por sus padres poseía el impulso necesario para llegar muy lejos y sólo necesitaba que se le estimulase para convertir sus sueños en una realidad exitosa. Abel inició su primera labor junto con su padre en la siembra de frijol en Zacatecas. Se inauguró en la vida laboral en el arduo trabajo de preparar la tierra.
En cierto momento su padre trabajaba en EU y regresaba a Zacatecas a visitar a la familia, para evitar la larga travesía hasta su ciudad natal convinieron en venirse a vivir a Matamoros para estar más cerca, y donde la familia se hizo más amplia, fueron once hijos del matrimonio Luna Domínguez.
Con el devenir del tiempo Abel tomó una decisión que lo hizo volar muy alto. Se desplazó a la Universidad de California en EU para estudiar todo lo referente a la parte técnica y teórica de los aires acondicionados. Regresó a Matamoros muy bien preparado y con una extraordinaria capacidad de hacer que las cosas sucedieran, se despertó en él, el espíritu de hombre de empresa.
En ese rubro inició trabajando con Fernando Muñoz y compañía que lo llevó tan lejos como ser el encargado de darle mantenimiento a los aparatos en la residencia oficial de Los Pinos en la época de Díaz Ordaz antes del 68. Abel descansaba con el estado mayor presidencial.
Determinado a desarrollarse como emprendedor y a hacer de su empresa un negocio floreciente, orientó todo su conocimiento hacia la exitosa ejecución de sus planes, y así formó en 1968 la empresa Serviclimas Luna. Inteligente, capaz, recto en sus propósitos, enérgico y vigoroso, Abel muy pronto concentró en sus manos el control del negocio de aires acondicionados en nuestra ciudad. Obtuvo la distribución exclusiva de las empresas Carrier y Freyven de la ciudad de Monterrey para Matamoros.
Entre sus logros a destacar está las instalaciones de la maquiladora Delphi Rimir, que por sus dimensiones se tuvo que usar un helicóptero, también hizo la instalación de los cines Dorado en toda la República y un alto porcentaje de los hogares de la localidad. De esa forma logró una empresa que se consolidó en Matamoros y al presente está creciendo en EU.
Querido y dilecto lector, Abel heredó de sus padres una sencillez a prueba de éxitos; nunca pretendió ponerse por encima de nadie, ni de sus trabajadores ni de sus amigos. Supo vivir los sinsabores que siempre depara la vida; y hoy está presente con su familia y sus amigos el murmullo de su recuerdo.
Abel fue un hombre apasionado de la vida, y ese era su mayor deseo, vivir con pasión hasta el último de sus días y así lo hizo. Dejó a sus hijos el más útil instrumento en su existencia: el amor al trabajo bien hecho. Fue un matamorense distinguido. Descanse en paz.
El tiempo hablará.