Gobernar no es tarea sencilla. De hecho podría decirse que ocupar un puesto ejecutivo de gobierno es uno de los peores empleos que puedan existir.
Es cierto, la paga es relativamente buena y los beneficios “extras” han permitido que muchísimas personas engrosen las filas de los nuevos millonarios en todos los rincones de este bello y golpeado país.
Sin embargo quien realiza con honestidad este empleo (los menos, hay que reconocer), se encuentran con la frustración de que tienen que estar disponibles las 24 horas del día, los 365 días del año.
A eso hay que agregarle el tener que sufrir de la desconfianza y la crítica ciudadana, que en estos tiempos de redes sociales, se ha vuelto implacable al momento de realizar juicios sumarios ante cualquier yerro gubernamental.
Las redes sociales se han convertido en una especie de universo alterno, donde todos están pendientes del más reciente escándalo para crucificar al presidente, gobernador, alcalde o regidor.
Quienes ocupan un puesto público, están muy al pendiente de las pantallas de sus celulares para evitar en lo posible convertirse en el nuevo “lord” o “lady” que sea masacrado en Twitter, Facebook o Youtube.
Esta tendencia está siendo muy bien aprovechada por algunos medios de comunicación, quienes se han encontrado con la realidad de que ya no es necesario contar con reporteros investigadores, basta que estén pendientes del internet para, entonces, multiplicar el escándalo y ganar audiencia.
Esto ha generado una reacción bastante particular en los gobernantes: Convierten en tema de Estado cualquier denuncia o escándalo que haga ruido en las redes, no importa qué tan banal sea.
Si un secretario es captado en video borracho y orinando en la vía pública, es cesado casi de inmediato por sus jefes.
Si un conductor confronta a un ciclista y los hechos son captados en video, las autoridades revuelven cielo, mar y tierra hasta dar con su paradero y entonces aplicarle una “severa” sanción… que nunca pasa de una triste multa administrativa.
Los gobernantes se han dado cuenta que basta hacer atender esas denuncias en las redes sociales para mantener contenta y en silencio a la turba de usuarios de Twitter, Facebook y Youtube.
Ojalá así como lograron ubicar al joven que atropelló un ciclista en la Ciudad de México (quien prácticamente salió ileso del incidente), nuestras autoridades puedan resolver los cientos de miles de homicidios que continúan impunes en nuestro país.
Así como son buenísimos para cesar al funcionario que protagoniza un escándalo nocturno, deberían de serlo al momento de aplicar todo el peso de la ley contra aquellos que impunemente se han enriquecido a costa del erario.
Gobernar no es una tarea sencilla, pero hacerlo como lo están haciendo ahora: siguiendo la agenda de las redes sociales, no ayuda nada en mejorar el servicio público.
Porque no nos hagamos tontos. Las redes son manipulables y cualquiera con los recursos y el personal suficiente, es capaz de insertar en la mente de los usuarios de las redes la idea que se le de la gana.
La realidad es que nadie sabe cuáles podrían ser los oscuros intereses políticos que existen detrás del video del alcalde hablando despectivamente de las mujeres o del jefe de policía que es captado bailando con un subordinado en una fiesta.
Quienes condenan en los juicios sumarios que se han vuelto tan populares en las redes sociales, no saben que a lo mejor, al multiplicar el “infiernillo” del “lord” o la “lady” de moda, están haciéndole el caldo gordo a alguien mucho peor, que sólo busca llegar al poder sin importar los medios.
Cuando están en manos de un poder todos los medios manipulan y las “sacrosantas” redes sociales que hoy gozan de la confianza ciega de millones de personas no están exentas de ser utilizadas para torcer la opinión pública.
Recordemos que hace apenas unas décadas la televisión y la radio eran los medios más queridos de la sociedad mexicana, que seguía feliz y ciega todo lo que les decían.
diasdecombate@hotmail.com
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