Bien dicen que la historia reconoce que muchas de las grandes transformaciones que ha emprendido la humanidad, generalmente ha traído resistencias a ellas.
Por citar un ejemplo: quien osaba pensar con demasiada libertad en el medievo, usualmente terminaba en la hoguera acusado de hereje, despatriado o en el menor de los casos, ex comulgado por alguna autoridad eclesiástica de altos vuelos.
En muchos casos, se ha derramado sangre de guerreros, de pueblos enteros que han defendido su forma de pensar hasta con la vida. Nadie duda que la preservación de los rasgos culturales y de las costumbres de cualquier segmento de la población ha provocado prolongadas guerras o genocidios.
Los alcances de la humanidad por imponerse al reino animal y al vegetal, ha traído como consecuencia enormes regiones del mundo devastadas, provocando la deforestación y exterminio de razas de animales, que ya las futuras generaciones sólo conocerán a través de fotografías. En ese caso, la resistencia de estos dos reinos, no han sido lo resistente que debieran, de ahí, el gran deterioro de la calidad de vida de los seres humanos.
En la historia moderna, el país que intenta imponerse sobre otro, habrá de hacerlo por la vía cultural, tal y como lo afirma el politólogo norteamericano, Samuel Huntington, en su libro: “El Choque de las civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial.” Y según él, ya las guerras ideológicas o territoriales, dejaron de ser un problema para la humanidad.
Pero más allá de si las guerras son culturales, políticas, territoriales o ideológicas, lo importarte es, primero entender, para poder comprender, que los intereses económicos son los que irán de la mano de los grandes enfrentamientos que se darán en el futuro inmediato.
Más temprano que tarde, las reformas a la Ley de Telecomunicaciones en nuestro país, entrarán en la agenda nacional de lleno. Los escarceos de los legisladores federales para conocerla a fondo, así lo demuestran.
La nueva reforma contempla una apertura para abrir dos televisoras más al mercado nacional y bien determina que los que ya posean una, no podrán tener otra.
Al parecer, el espíritu de la competencia es promovido por el Estado.
¡Por el mismo Estado que el neoliberalismo determina debe estar al margen de la cosa pública!
Ya los grupo de izquierda, de centro y de derecha, se resisten a que no se suscriban las reformas a esta ley. Entonces habrá de aprobarse.
Pero…¿Y los efectos socioeconómicos qué le deparan a los grupos que no pueden acceder a ese tipo de negocios?
Y… ¿Quién puede acceder a este tipo de empresas?
Todo indica que sólo los grandes adinerados del país tendrán el privilegio de ser los dueños de los nuevos canales.
Los demás permaneceremos, sin resistirnos, a que el país avance.
Así sea.
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