¿Qué número de elecciones habrán sido éstas en mi carrera?, ¿las décimas?, ¿las vigésimas? La verdad no me acuerdo, pero de lo que sí estoy seguro es de que las gocé como pocas veces.
El trabajo de calle me apasiona porque es donde debe andar el reportero, porque la palabra lo dice con todas sus letras: reportero es igual a reportear y esa función no se hace sentadito en el escritorio viendo la pantalla con cara de “¿what?”.
Por eso cada que puedo me lanzo a las calles, que es donde está la noticia, y añoro que pasen rápido los tres años entre elección y elección. Este 2015 quedará en mi mente por mucha cosas, la primera por la elección de gobernador de Nuevo León, en la que por primera vez un candidato sin partido, se llevó de calle las preferencias de los electores y demostró que el voto del pueblo realmente es el que manda.
Antes de conocer los resultados no sabía qué esperar, mi mente hacía una y mil conjeturas: ¿de ganar Jaime Rodríguez Calderón “El Bronco”, lo dejarán llegar?
“¡Claro que noooo!”, me decían personas allegadas. “¿Tú crees que le van a dar la gubernatura a un candidato sin partido?”.
Mientras tanto yo imaginaba toda clase de artimañas para impedir que “El Bronco” triunfara en las urnas.
De entrada, esa fue una de mis mayores sorpresas el 7 de junio, que al final del día Rodríguez Calderón se proclamó triunfador y nadie hizo absolutamente nada para impedirlo y mucho menos desmentirlo. Bueno, había poca oportunidad para ello, ahora que los números están a la vista de todos, gracias a Internet.
Pero desde las 7 de la mañana cuando empezó mi jornada laboral, vi el entusiasmo de la gente, la pasión con la que cada quien defendía a su gallo, lo cual es muy válido, independientemente de que el resultado haya favorecido al candidato favorito de cada quien.
Me encantó la pasión de la gente, la fe que tenían en que su voto, a lo mejor por primera vez, iba a tener peso verdadero.
A nivel personal fue una experiencia súper enriquecedora porque viví de primera mano las emociones de los ciudadanos, muchos de ellos me agarraron como su paño de lágrimas y fui todo oídos a los clamores, súplicas, lamentos y esperanzas.
“Seguramente es la última vez que voy a votar… ya tengo 85 años, pero quiero participar, quiero poner mi granito de arena, quiero irme con la tranquilidad de que cumplí con mi deber”, me dijo un tierno abuelito que fue de los primeros en llegar a la casilla.
“Yo vengo por primera vez. Mis amigos se burlan porque estoy emocionada, pero no me importa, quiero que sea una experiencia inolvidable para mí. Siento que los jóvenes podemos hacer un gran cambio en la sociedad”, compartió una chica de 18 años y que el 7 de junio debutó “oficialmente” como ciudadana con capacidad de voz y voto.
“Yo no quería venir, decía: ‘¿para qué?’, al cabo gana el que ellos (siempre me he preguntado quienes son “ellos”) quieren, el que ellos deciden”, expresó sonriente una guapa abuela, que iba escoltada por tres de sus nietos. “Pero mi hija me dijo: ‘mamá, ¿cómo que no vas a votar?, ¿qué te pasa?’.
“Le contesté: ‘¿Para qué, hija? Nunca ha ganado por el que voto’, pero luego ella me respondió: ‘A lo mejor hoy es un día histórico y tú podrías ser parte de esa historia’… y aquí estoy”.
En el trabajo de reportero siempre hay muchas anécdotas y vivencias, pero en época de elecciones se multiplican. Fue una jornada de mil historias, de mil imágenes que quedarán para siempre en la memoria de quienes estuvimos en el campo de batalla.
Por eso amo mi trabajo, porque siempre estoy en contacto con la gente y es esa gente la que escribe las historias y a mí me encanta divulgar esas historias.
Como dije antes, más allá de quién haya ganado, creo que al final todos ganamos porque cada tres años tenemos la oportunidad de ser ciudadanos, personas de carne y hueso, no números fríos impresos sobre una hoja en blanco.
Tanto me gustaron que ya espero las próximas y me da emoción saber que con una simple cruz sobre una hoja estampada podemos, aunque sea en sentido figurado, mover montañas.