En menos de dos años del sexenio de Enrique Peña Nieto dos gobernadores han metido su cabeza a la guillotina: Fausto Vallejo, de Michoacán, y Ángel Aguirre, de Guerrero. Coincidentemente de dos entidades donde el narcotráfico está enraizado, extremamente violento, infiltrado en todos los niveles de gobierno y fuera de control
Con el regreso del PRI a Los Pinos en 2012, tras doce años de haberle prestado la presidencia de la República al PAN, volvieron las viejas prácticas de un partido que quitaba a gobernadores incómodos, que tenían harta a la población, pero sobre todo que ponían en riesgo la estabilidad social que tanto ha pregonado el tricolor por más de 70 años.
La permanencia de Vallejo y de Aguirre en sus respectivas sillas estatales era cuestión de días o semanas cuando detonó la severa crisis atizada por los grupos del crimen organizado.
En Michoacán los civiles se armaron con grupos de autodefensas para combatir la delincuencia, al tiempo que en Guerrero las propias autoridades, un alcalde de Iguala y su esposa, líderes morales del cártel Guerreros Unidos, ordenaron la desaparición y segura muerte de 43 estudiantes normalista: por incómodos y revoltosos.
A Peña Nieto no le tembló la mano para retirar de sus cargos a los dos gobernadores. A Vallejo de extracción priista, y a Aguirre de militancia perredista, claro, previa negación política con el partido del Sol Azteca, porque el michoacano ni las manos metió en su defensa.
Desde que asumió el poder en diciembre de 2012, se sabía que volviendo el PRI al gobierno federal iba a poner las cosas en orden. Y hasta se mencionó que el ejecutivo estatal de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz, así como el de Veracruz, Javier Duarte, serían los primeros decapitados.
Basta recordar las decenas de personas ejecutadas en las calles y los cadáveres enterrados en fosas que a diario eran parte de las crónicas periodísticas en ambos Estados.
Pero pasaron las semanas, los meses y dos años, hasta que las medidas tomadas para combatir el narcotráfico empezaron a surtir efecto. Basta mencionar que primero la Fuerza Civil surgió en Nuevo León, y hace unos días esta corporación policiaca debutó en Veracruz, reemplazando los viejos cuerpos de seguridad estatales que estaban a cuota del grupo predominante.
En Tamaulipas es donde un día hay sol y al siguiente se pone todo negro. Ha habido avances por parte del gobernador Egidio Torre Cantú, pero cuando todo indica que se dieron diez pasos para adelante, suceden hechos sangrientos que meten reversa a los logros.
Esa es la principal apuesta del gobierno de Torre Cantú, quien pronto entrará en el último tercio, con las elecciones federales encima en 2015 y su sucesión en 2016.
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