Parecería una broma, pero no lo es, los mexicanos hemos adoptado un nuevo ídolo y me refiero al estadounidense Michael Phelps; que a falta de buenos resultados por parte de la delegación mexicana de los juegos olímpicos; México, y estoy seguro que muchos otros países, hemos vibrado de emoción en cada momento en que Phelps saltaba al cubo de agua.
Cuando Germán Dehesa publicó su columna el 18 de agosto de este año, con el encabezado nos dijo todo: “Nacionalicemos a Phelps” definitivamente la primera reacción era de risa, pero en el desarrollo de sus comentarios no estaba descabellada la propuesta; y en esa fecha, todavía el gran ídolo tendría 3 o 4 medallas de oro, de las 8 que alcanzaría en esta edición olímpica.
Cuantos de nosotros, y a sabiendas de la realidad, nos ilusionaba el hecho de que iniciaran las olimpiadas para que nuestros atletas pudieran levantarse con éxito en China; sin embargo, esto no fue así. Los mexicanos hemos adoptado y como lo dijo Dehesa, nacionalizado a Michael Phelps, el único estadounidense que no sabe que ya es mexicano.
Es sorprendente la capacidad atlética de la delegación de los Estados Unidos de América, en estas olimpiadas, por primera vez dicho país aparece en segundo lugar del medallero olímpico, llevándose el primer lugar el país anfitrión, sin embargo, la victoria de los chinos tiene una mancha y tiene nombre apellido: Michael Phelps.
Al presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa, lo tuvieron que despertar en la madrugada para que realizara una llamada telefónica a las clavadistas mexicanas por el bronce obtenido y si hubiera más medallistas más llamadas haría. En contraste, el presidente George Bush sólo realizó una llamada y ésta fue a Phelps, ya que si se le ocurriera hablar a cada atleta norteamericano por las medallas obtenidas, no trabajaría durante las olimpiadas por las llamadas realizadas.
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HEBERARDO GONZÁLEZ GARZA
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