Después del ocho de noviembre, si gana Hillary Clinton la presidencia de Estados Unidos mucho le deberá a México y a las mujeres.
Por primera vez nuestro país ha tenido un papel primordial dentro de la campaña por el gobierno estadounidense.
“El patio trasero” como suelen llamarle a México en Estados Unidos adquirió otra connotación durante esta campaña plagada de patadas y arañones, así como faltas de respeto constantes y gratuitas.
El factor México benefició a Hillary desde que Trump decidió arremeter contra los mexicanos que migran a ese país, los llamó delincuentes, violadores, asesinos, calificativos que no impidieron, desgraciadamente, que Enrique Peña Nieto cometiera la tontería de invitarlo al país, en condiciones migratorias que se niegan a revelar.
Aún no sabemos cómo entró a México Trump, si presentó pasaporte y permiso para ingresar más allá de los puntos de revisión fronterizos.
Su visita unió por primera vez a los mexicanos en muchos, muchísimos años, todos y todas en contra de la decisión errónea de EPN de abrirle las puertas del país a quien se atrevió a insultar a las y los ciudadanos tiene el deber de proteger y respetar como presidente de México.
Luego los ataques del candidato republicano a las mujeres plagados de misoginia y machismo coronaron la decisión de los estadounidenses, no todos, hay que aclarar, de mostrar hasta este momento de la campaña una preferencia electoral hacia el partido demócrata.
De seguir así la tendencia tendríamos un panorama distinto al ocurrido en muchos periodos en la política estadounidense que tiene marcados los tiempos, no más de ocho años para que gobierne uno u otro partido.
Ahora con la ascensión de Clinton a la presidencia serán 18 años al hilo en que los demócratas estarán gobernando a la todavía nación más poderosa del mundo.
Pero en estas elecciones estadounidenses les pasará algo similar a lo que sucede en México desde hace muchos sexenios: se vota por el menos malo, o mala, como en este caso.
No por la o el mejor, sino por la opción menos mala. Deprimente, ¿no es verdad?
Y no es porque no me guste la idea de que al fin una mujer dirija el vecino país, y me encantaría que en México tuviésemos pronto una experiencia similar.
Solo que a mí me provoca desconfianza ese afán de los Clinton de apoderarse de la presidencia de su país, primero él, ahora ella.
Hay quien dice que si efectivamente triunfa Clinton, la que será la presidenta en México en el 2018 es Margarita Zavala, la mejor posicionada entre los panistas.
Reitero, no me gusta esa prolongación de control del poder de los hombres a través de sus esposas, lo hemos visto en otras latitudes y el resultado no ha sido el esperado. Volteemos hacia Argentina. Néstor y Cristina Kirchner. Ese país está en franca ruina económica.
Y en Estados Unidos, ¿qué sucederá?, ¿seguirá Clinton apoyando a sus congéneres?, o volverá a mostrarse dura contra ellas, como lo fue durante los amoríos de su esposo con varias mujeres.
En México, qué podemos esperar de Margarita, la que ahora no se encorva para no verse más alta que su esposo Felipe Calderón, cuando éste gobernaba. Ahora ella resplandece, segura, erguida, distinta, pero al final la misma, la misma que permaneció impasible mientras el país se desangraba, mientras caían miles de inocentes en la guerra contra los grupos delictivos que el calderonismo desató.
Eso tendria que ser suficiente para que ella desistiera de esa obsesión por el poder.
Hillary no es Margarita, y Margarita no es Hillary, me queda claro, ¡pero se parecen tanto!
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