De que hay un enemigo, no existe duda; pero de que sea extraño… vamos a analizarlo. Dicho en palabras llanas, los que deseamos un México pacífico, sabemos quién es y dónde está.
Se llama miedo y habita lo mismo en colonias populares que en mansiones con bardas electrificadas; invade la vida íntima de las familias a cualquier hora y no tiene escrúpulos para vencer a los más valientes hasta hacerlos dejar las calles desiertas…
Los amanuenses de la derecha argumentan hipócritamente que ese miedo ha logrado que las familias se integren, porque los muchachos se recogen más temprano, porque las carnes asadas se han convertido en el substituto de una salida al cine, de una vuelta a la plaza o de una caminadita por los aparadores de los centros comerciales.
Es triste y duele mucho ver cómo la nación entera tiembla de miedo sin poder hacer nada para evitar esta parálisis que nos mantiene como meros espectadores ante un escenario donde se derrite la economía de México en las manos de Felipe Calderón.
Es bien complejo, pero tenemos que enfrentar la realidad buscando la verdad y ésta lamentablemente está secuestrada por los que queriendo mantenerse en el poder federal, no se detienen.
La profanación del suelo nacional es un hecho que no podemos ignorar y la patria se pregunta… donde están los soldados que en cada hijo Dios me dio…
Pues estamos agazapados, temblando, encerrados con triple candado y apenas empieza a obscurecer, nos concentramos en la casa mientras que el miedo avanza sigiloso disfrutando la soledad urbana que le permite estirarse hasta llegar al bostezo, dibujando en su bruma la risa del que piensa que así va ganando.
Lo grave es que en la sociedad surgió una disonancia cognoscitiva al ver que precisamente a las fuerzas armadas que desde niños hemos visto como honorables y confiables, han sido utilizadas erróneamente por la derecha en el poder para robarnos la paz, con el pretexto de realizar tareas que, vistas desde el más sencillo ángulo institucional, le corresponden a las instancias de procuración de justicia federal.
De cualquier sitio del planeta esperaríamos que surgiera una orden para desquiciar la nación usando el miedo, menos de donde radica la más elevada investidura institucional del país.
Bueno, pues la conclusión es que desde ahí, desde Los Pinos, se ha fraguó el ocultamiento de la paz y la tranquilidad.
Cuando la puerta a los consensos democráticos se cerró, la de las órdenes directas a las fuerzas militares se abrió con rechinido tal, que la vida nacional se trastocó y entonces el miedo pasó a ser el transeúnte omnipresente.
Cierto, la lealtad a la investidura presidencial de parte de nuestras fuerzas armadas ha estado siempre vigente y a toda prueba. Así se explica su ejemplar obediencia.
Pero no vamos a negar que en medio de la decisión presidencial, faltó algo. Se llama espíritu nacionalista… y es ese que dicta las reglas aún en los momentos más cruentos; ese que nos hace latir los corazones cuando entonamos el himno nacional, ese que le habla al oído a los hombres sobrios que gobiernan.
Ese, el espíritu del México de inicio del siglo XXI, competitivo, empleador, pujante, emprendedor y hospitalario, no estuvo presente en el momento en que se optó por iniciar una guerra absurda que tantas vidas inocentes ha costado y que de nada ha servido para detener el consumo de drogas en el norte.
Así no es el México que queremos los mexicanos; y estoy seguro que incluyendo a los que votaron por el Partido Acción Nacional en 2006, ningún compatriota esperaba que por decreto, se nos cancelara la paz a lo largo y ancho de la nación.
Esta mega estrategia preelectoral basada en la inducción al miedo, es mucho peor que la basada en el engaño del cambio que hizo Fox, aunque dicho sea de paso, aquella no costó vidas inocentes.
Finalmente, visto con enfoque hegeliano, lo mejor para el futuro de México, es que el PAN se haya mostrado como el destructor de la paz y la tranquilidad de todos los mexicanos en su caprichosa intención de aferrarse a la silla presidencial, porque después de ver cómo fue capaz de enviar a nuestro propio ejército a las calles, carreteras y escuelas, solo nos resta esperar a que se abran las casillas electorales en 2012 y con nuestro voto recuperar paz y tranquilidad, dejando atrás la que quizás por siempre sea recordada como la época del miedo.