Durante las semanas recientes, he estado muy entretenido leyendo las crónicas que nos envían a nuestro portal de Internet horacero.com.mx nuestros corresponsales en Auckland, Nueva Zelanda, Alfonso y Jessica Díaz, sobre la vida en aquella parte tan lejana del planeta.
Si no han tenido oportunidad de leerlas, además de ver los videos que nos han enviado sobre todo tipo de temas en el país de los “kiwis”, en realidad no saben de lo que se están perdiendo.
Al ver su trabajo, no he podido dejar de comentar con mi familia y amigos algunos de los aspectos de la vida en Nueva Zelanda y cómo es de diferente a la de México y Tamaulipas.
Allá los policías son amables y andan desarmados, pues los niveles de inseguridad son mínimos; mucha gente prefiere andar en bicicletas o transporte público, pues la cultura vial se los permite… de hecho, la cultura en general del neozelandés es de respeto y orden.
La ciudad, aunque grande, se ve limpia y ordenada, existen museos, parques con amplios prados y hasta hay espacios públicos donde, en lugar de bancas, la gente se puede sentar en los llamados “puffs”.
Siempre que nuestros compañeros nos envían una crónica con algún dato nuevo sobre Nueva Zelanda, no puedo evitar cierta envidia y preguntarme: ¿por qué demonios no podemos vivir así?
¿Acaso quienes vivimos en el norte de Tamaulipas merecemos vivir entre el lodo, los baches, la basura tirada en la calle, los animales de corral caminando a la orilla de las avenidas, la violencia de todos los días, el desorden urbano?
Desgraciadamente no es necesario pensar demasiado para darnos cuenta que si. La gente de la frontera de Tamaulipas nos merecemos vivir en el muladar que son nuestras ciudades pues optamos por la indiferencia en lugar del cambio.
Para la gran mayoría de los fronterizos es más sencillo criticar en las redes sociales que hacer algo por provocar un cambio, ya no digo en nuestra ciudad, sino en nuestra cuadra o de perdido frente nuestra banqueta.
Aunque en el discurso podemos decir que amamos a Reynosa, Matamoros, Río Bravo o donde sea que vivamos, la realidad es que eso es mentira, no nos importa nada que no nos afecte directamente.
Por eso, cuando tengamos la oportunidad de ver la vida en países tan lejanos como Nueva Zelanda no vamos a poder más que seguir sintiendo envidia, pensando que se trata de otro planeta muy diferente al nuestro.
Entonces que nadie se queje, merecemos vivir entre el lodo.
diasdecombate@hotmail.com
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