Próximamente en Guatemala se reunirán los representantes de los países miembros de la Organización de Estados Americanos, OEA, ahí se va a plantear que hay países en desacuerdo con las medidas que México desarrolló para actuar contra la delincuencia organizada.
Luis Fernando Carrera, secretario de Relaciones Exteriores de Guatemala, dice que existe la necesidad de que “el continente plantee un cambio profundo en su estrategia de lucha contra las drogas, más centrado en la prevención que en la confrontación”, en una nota publicada por el periódico español El País.
Añade el canciller centroamericano que se propondrá un cambio, “porque es evidente que lo que se está haciendo hasta ahora no está funcionando. Mucha violencia, mucha sangre y pocos resultados”.
Lástima que digan eso funcionarios de otros países, cuando Felipe Calderón ya no es presidente, antes lo tildaban de “valiente”, por haber enfrentado a los cárteles de las drogas.
Cabe la aclaración que él no enfrentó a nadie puesto que nunca lo vimos saliendo a las calles a combatir delincuentes y sí todo el tiempo ha estado más que resguardado, el ex presidente sólo hizo que México se desangrara en una lucha sin cuartel, donde los primeros caídos fueron personas inocentes, ajenas al narcotráfico.
Aunque hay que reconocer lo que manifiesta en la entrevista el guatemalteco “visto el escaso resultado y el enorme costo humano que tuvo que pagar México por la política por la que optó durante un tiempo, cuando decidió sacar a los aparatos de Seguridad a la calle para combatir el narcotráfico, constatamos que Guatemala no podía hacerlo igual. Nosotros no hemos abogado por una solución de carácter violento y militar…”, dice.
Entonces México no es ejemplo a seguir.
Pero resulta muy decepcionante que expertos mexicanos en darle seguimiento a situaciones de violencia y muerte generalizadas como la investigadora Raquel Sosa de la Universidad Nacional Autónoma de México, que lleva décadas registrando el alto índice de homicidios en Latinoamérica, especialmente, no previeron que el país se enfrentaba a una escalada de violencia sin precedentes en los últimos tiempos.
En una conferencia impartida hace unos días, la académica admitió que nunca se imaginaron lo que vendría para los ciudadanos mexicanos en el gobierno panista.
La catedrática explicó que los homicidios en México entre los grupos de edad entre 20 y 29 años se dispararon de una tasa de 7.8 por ciento en 2007, a 25.5 por ciento en el 2010.
Como se observa, los jóvenes mexicanos han sido víctimas y participantes en esta etapa del México sangriento de los gobiernos que están convencidos que la fuerza y no las opciones de desarrollo es lo que puede inhibir el comportamiento violento y por ende la inseguridad.
La investigadora llamó la atención acerca de un factor que se ha estado manejando como uno de los principales para enrolarse en el narcotráfico: la pobreza.
Mediante un estudio, mapeando las zonas del país, se echa abajo esta afirmación, en el sureste mexicano, las zonas más pobres del país, no hay el índice de inseguridad y violencia que en los Estados del norte, donde el nivel económico de su población es más alto.
Entonces, las estrategias de seguridad, está claro que no rindieron los frutos esperados. Me pregunto, ¿cuándo los gobiernos dejarán de malgastar recursos en armamento, en lugar de destinarlo a programas sociales y de desarrollo en las entidades golpeadas por la inseguridad como Tamaulipas?
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