Tal vez por nuestras recientes crisis económicas y de seguridad, en el transcurso de estos últimos dos años los mexicanos hemos sido capaces de percibir nuevas oportunidades para comenzar nuestra transformación social e institucional. El hecho de hacer posible de nueva cuenta la alternancia en el ejercicio del Poder Ejecutivo Federal, de haberse logrado los consensos entre las fuerzas políticas representadas en el Congreso de la Unión y en las Legislaturas de los Estados para adecuar nuestro marco legal, así como la gran expectación generada en los países económicamente más fuertes, son circunstancias que no se encontraban alineadas desde hace varias décadas.
Sin exagerar en el análisis optimista, y conscientes de que esto es solo el comienzo de una transformación que requiere vigilancia permanente y cumplimiento de metas y objetivos claramente trazados, la realidad es que hoy México está comenzando a generar certeza económica, política y social.
Cierto es también, que lo anterior no es ni ha sido posible por la voluntad de un solo hombre, ni siquiera por los deseos de un grupo, sino por el contrario, ha sido posible por la conjunción de fuerzas, ideas e intereses que hace mucho tiempo no convergían tan claramente en México. Y en ese contexto, sin soslayar el tema de seguridad, el reto ahora se concentra en el abatimiento de la pobreza y el acotamiento de brechas sociales que hoy en día lastiman a una gran parte de la población.
Juntos, sociedad y gobierno debemos ocuparnos de generar los equilibrios entre los factores de la producción y luchar por reducir la pobreza en México. La implementación de la cruzada contra el hambre como política pública es una herramienta que bien aplicada puede de manera integral y gradual reducir los índices de marginación de nuestras comunidades. Conozcámosla y participemos en ella, hay muchas maneras de hacerlo.
@mgarciaahedo
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