“A los periodistas no hay que matarlos a balazos; hay que matarlos de hambre”… Si revisamos detenidamente lo que supuestamente dijo el presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno, en una grabación filtrada por una de sus más grandes rivales políticas, fácilmente podemos concluir que el partido hegemónico y casi único fincó en esa estrategia, durante décadas, el control de la información y la orientación de la opinión en México. Es decir, el PRI no mataba periodistas. Los exprimía, mediante amenazas o actos de presión, por la vía económica. Este instituto político era manipulador y corrupto a más no poder, pero su represión no alcanzaba la integridad física de los periodistas, como sí mandó a “mejor vida” a sus férreos opositores del poder y a los que lo desafiaban con movimientos guerrilleros e insurgentes. A algunos periodistas les clausuró sus medios o les confiscó inclusive sus prensas para que, en efecto, se murieran de hambre y hasta les hizo saber a varios que podrían acusados de delitos graves si no se alineaban a los dictados del gobierno. O les daba golpizas despistadas a través de enviados y policías de civil. Nada más.
De hecho, el primer caso de un periodista asesinado ocurrió en mayo de 1984 y se trató de Manuel Buendía. Fue de escándalo, por su tipificación de “crimen de estado”, porque las líneas de investigación señalaron de inmediato hacia Manuel Bartlett, el Ministro de Gobernación, aunque todo terminó al inculpar a dos personajes de la Dirección Federal de Seguridad y, principalmente, a José Antonio Zorrilla Pérez, aspirante a gobernar el estado de Hidalgo. Chivo expiatorio o no, pagó con cárcel la sentencia judicial. México era tierra de periodistas importantes sin la señal de muerto sobre sus espaldas, sino sometidos por fajos de dinero, regalos y premios especiales que aplaudían los dueños o directivos de los medios pues también ellos se beneficiaban de la publicidad oficial a manos llenas o recibían sustanciosos contratos para otros negocios y empresas que creaban al amparo del periodismo, o recibían jugosos créditos ilegales o simplemente tenían tolerancia de las autoridades hacendarias para no pagar impuestos.
Sí. Al famoso “Alito” lo traicionó el subconsciente, si se comprueba lo que la grabación exhibe que dijo. Es cierto el PRI no utilizaba en sus buenos tiempos balas contra los periodistas. Si acaso se valía de porros de las centrales obreras priístas y guaruras de políticos encumbrados y otras figuras de poder, para darles golpizas a los informadores por su atrevimiento de “tocar” a “intocables” o, cuando mucho, los secuestraban por unas horas. Nada más. La verdadera estrategia era “matarlos de hambre”.
Por eso hoy el presidente Andrés Manuel López Obrador se conmueve con la mayoría de los periodistas –“muertos de hambre”, cree él, aunque no lo dice–, y ha propuesto premios o un salario mínimo para quienes viven en los medios de las noticias, el reporteo y la información en general. Todo porque este señor trae pleito casado con algunos de la élite de los medios tradicionales y se puso a fisgonear en las fuentes formales de la Secretaría de Hacienda cuánto ganan al mes, lo cual le horrorizó y le hizo sentirse bastante mal al enterarse también que los sueldos de muchos colegas están para llorar. Pero el problema es que si pega su iniciativa, los dueños de los medios le van a aplaudir, porque les quita una carga encima, ya que es a quienes les toca hacerles justicia a sus trabajadores, y no al gobierno.
Sin embargo, el asunto se va a empantanar al definir quién es periodista. Más ahora con las redes sociales burbujeando en todo el mundo. ¿Es periodista “lord Molékula”? ¿Por qué no? Entonces ¿a quién le corresponde decir quién es periodista? Porque hay riquillos que escriben por gusto en secciones editoriales y se dicen periodistas. O camarógrafos enriquecidos hasta el tuétano como productores de video y también se dicen o son o fueron excelentes periodistas y no necesitan ningún salario oficial en su vida ostentosa.
Así es que ya sabemos que hay de periodistas a periodistas no solo en su comportamiento ético y muy profesional, con pruebas en la mano. Por tanto, primero hay que ponernos de acuerdo en quién es periodista en México antes de matarlos de hambre, como lo hacía el PRI durante décadas en el siglo pasado, pero tampoco hay que dar emolumentos justos a cualquier charlatán que se cuela en los medios tradicionales o digitales ni a los arribistas y oportunistas, los cuales y las cuales pululan ahora, sin mérito alguno, alrededor del presupuesto de la 4T de otras instancias de los gobiernos estatales y municipales en todo el país.
¿Quién es periodista?… He aquí mi definición: El que prefiere morir de hambre que traicionar su vocación y convicción de servir limpiamente a la sociedad con su trabajo informativo diario.