El Presidente Enrique Peña Nieto se mostró decidido a aplicar la ley contra quien quebrante el orden y la paz pública, y durante su discurso ante los gobernadores que asistieron el miércoles 25 de febrero a Durango a la reunión de la CONAGO pidió que en Guerrero, en Oaxaca y en Michoacán los ejecutivos estatales no anden “nadando de muertito” y hagan su trabajo cumpliendo su palabra de velar por la seguridad de sus gobernados.
No mencionó nombres pero Rogelio Ortega, de Guerrero, y Gabino Cué, de Oaxaca, seguramente se pusieron el saco por su ineptitud y miedo para enfrentar a los grupos violentos que tienen de cabeza a sus entidades, y están tan rebasados en su autoridad que causan bloqueos y plantones inclusive en el mero corazón de la ciudad de México bajo la bandera de pedir que se anule la Reforma Educativa o que regresen vivos los 43 desaparecidos en Iguala. Quizá la demanda es justa pero el camino para conseguirla no.
Suena a pretexto y reto contra los gobernantes para ponerlos contra la pared, lo cual han conseguido a su manera.
Especialmente al gobernador de Guerrero debe habérsele atragantado el postre cuando se sintió aludido al saber que la pedrada era directa contra él por “andar nadando de muertito” sin dar la cara ante tantos desmanes de los grupos violentos que impiden el libre tránsito en el aeropuerto de Acapulco o en las principales avenidas del paradisíaco puerto, y no se diga los destrozos y delitos que cometen en la capital Chilpancingo e Iguala.
Pero todavía anduvo “nadando de muertito” cuando el 17 de febrero esos mismos grupos de choque secuestraron a trabajadores de una empresa refresquera para “intercambiarlos” por tres de sus miembros revoltosos que estaban presos y listos para ser procesados judicialmente por su conducta delictiva. Y el tipo que dizque gobierna Guerrero aceptó que era mejor una negociación así para que no haya más problemas, porque él privilegia el diálogo.
Pero los problemas van en aumento porque los chantajistas, al ver la autoridad débil del gobernante, agarran más fuerza en sus protestas callejeras y se sienten los dueños del escenario para hacer lo que les viene en gana e inclusive cometer verdaderos delitos de robo y despojo de bienes ajenos o incendios de edificios públicos y vehículos oficiales, y no se diga atropellos en la carretera México-Acapulco.
El tipo que dizque gobierna Guerrero en sustitución del defenestrado Ángel Eladio Aguirre Rivero salió más timorato que una gallina en el campo y se la ha pasado “nadando de muertito”, sin reclamar –¡el colmo!– la camioneta blindada que le asignaron para su trabajo diario y que le fue robada por los fascinerosos que se dicen “normalistas”. Más falta de autoridad no puede haber, porque no se necesita recurrir a la represión ni al uso de la fuerza letal o a la violencia institucional para aplicar la ley y velar por la integridad de sus conciudadanos.
Y lo mismo debemos decir del buenoparanada de Gabino Cué, quien está pasando a la historia en Oaxaca por su complicidad manifiesta con los dizque maestros que quieren seguir cobrando sin trabajar y meter a la nómina hasta al perico de la casa. El tipo que aceptó gobernar para todos en tan lindo Estado mejor se la pasa escondido y apoyando la peregrina idea de echar abajo la Reforma Educativa del gobierno federal y pagándoles a miles de aviadores aunque no estén laborando frente a grupo.
Le tiene pavor al juicio a que pueda ser sometido cuando deje el poder por esos “mandones” de Oaxaca que lo tienen sometido, y prefiere “nadar de muertito” para digan de él aquí corrió y no aquí murió. Por eso quizá hasta apoye a los embozados cuando se largan a la ciudad de México a hacer sus plantones en el Paseo de la Reforma. El tal Gabino Cué se lava las manos y le deje el problema al gobierno capitalino y al federal.
Por eso está muy molesto el Presidente Peña Nieto, al ver la inpetitud e indolencia de esta clase de gobernadores, lo mismo que el de Michoacán o el de Chiapas, y les urgió a dejar de “nadar de muertito” y ponerse las pilas para cumplir con el mandato constitucional de aplicar la ley con energía en contra de quienes quebrantan el orden público y atentan contra la estabilidad del país, pues no se puede cobijar en la impunidad los actos violentos de ningún atrevido que desafía a la autoridad emanada del pueblo.
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