Hay ocasiones en las que el bien está tan escondido que, cansado de permanecer oculto, suele hacer algo para ser descubierto. Así sucedió hace unos 15 años en el municipio duranguense de Gómez Palacio.
Una mañana la titular de Previsión Social amaneció con la idea de poner en orden una pequeña bodega ubicada en el edificio de la presidencia municipal. Originado tal vez en una noche de insomnio o en la curiosidad que distingue a los seres vivos, ese mismo día su pensamiento fue diligentemente convertido en acción.
Horas después recibí una llamada proveniente de la dependencia municipal:
“Oiga, licenciado, ¿qué cree? Nos encontramos con una caja abandonada que tenía algunos materiales de uso médico que todavía sirven, ¿podemos usarlos para la gente que viene a la presidencia para consultar?”.
No, la directora no era ninguna funcionaria insensible ni falta de inteligencia. Al contrario, se trataba de una persona comprometida con sus semejantes y de amplios conocimientos, tantos que, sabedora de los intríngulis o complejos caminos de la burocracia, deseaba contar con apoyo para simplificarlos.
La solidaridad con esa propuesta fue inmediata, pero había un pendiente más:
“Ah, encontramos también unas cuantas prótesis externas de mama. ¿Cree usted que podamos ofrecérselas a las señoras que vienen a Previsión Social?”. De haber gastado un solo minuto en la realización de la consulta administrativa pertinente, hubiera extendido 60 segundos más la incomodidad de un ser humano. ¡Por supuesto que sí!, fue la respuesta.
Pero el asunto no terminó ahí.
Las prótesis rescatadas se acabaron en un solo día y quedaron decenas de solicitudes sin atender. Conocíamos la problemática del cáncer de mama, pero no habíamos dimensionado la cantidad de mujeres que la sufrían.
En esta etapa de la historia gomezpalatina el alcalde tenía mayores objetivos políticos, pero también contaba con valores humanos, conjunto que permitió convencerlo para hacer un pedido importante de prótesis externas de mama, que a la postre integró un programa que superó ampliamente los beneficios perseguidos mediante la alta inversión destinada para diversos medios de comunicación y una gran obra de concreto.
Un recuerdo más: ni el hallazgo de las prótesis embodegadas ni la compra de nuevas tuvo relación con el 19 de octubre, Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama. Empero, esta columna sí la tiene, por lo que primeramente debe aclarar el porqué de la continua mención de las mujeres, cuando ese mal también pueden padecerlo los hombres.
Sencillo. El comunicado de prensa del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) fechado el 16 de octubre de 2024, a propósito del Día Internacional de la Lucha contra el Cáncer de Mama, informó que en el 2023 el 99.5 por ciento de las muertes causadas por ese mal en la población de 20 años y más, fueron de mujeres. Por supuesto que a ningún hombre le sobra explorarse el pecho.
Cifras preliminares del año pasado citadas por el INEGI indican que en México, por cada 100 mil mujeres de 20 años y más, la tasa de mortalidad por cáncer de mama fue de 17.9. Sonora registró la tasa más elevada (27.5) y Campeche la menor (9.9).
Coahuila se ubicó en el tercer lugar nacional por sus defunciones debidas a esa enfermedad, alcanzando una tasa de 24, mientras que Durango ocupó el sitio 19 al registrar una de 17.2.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS) indica que “…el cáncer de mama es el tipo de cáncer más frecuente y la causa más común de muerte por cáncer en mujeres a nivel mundial”, pero además hace un señalamiento que invita a reflexionar:
“La carga de enfermedad que representa el cáncer de mama es desproporcionadamente mayor en los países en vías de desarrollo, donde la mayoría de las muertes por cáncer de mama ocurren prematuramente, en mujeres menores de 70 años”.
El bien podrá esconderse, pero no la necesidad de continuar e incrementar, en este y todos los meses, la inversión pública a favor de la vida.
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