“En política, la forma es el fondo” es una frase que se ha vuelto célebre y que es atribuida a Jesús Reyes Heroles. Pero no siempre es así: hay formas muy superficiales que nada tienen de fondo.
Como ciudadanos, sabemos que cambiar al “mono del pastel” (como sucedió con Peña Nieto o con Rodrigo Medina, por ejemplo), no cambia la consistencia del pastel, sino solo su apariencia. Lo que significa que cambiar de gobernante, no cambia las circunstancias de buenas a primeras como por “arte de magia”. Probablemente, cambiar al mono del pastel pueda espantar algunas moscas, pero también “encantar” a otras o incluso las mismas, si el pastel no cambia también.
Hasta el cansancio de la pasada administración, escuchamos que Nuevo León se recibió endeudado hasta las cachas, casi en quiebra y que (gracias a) las maniobras del tesorero Carlos Garza Ibarra, se logró que este barco casi en zozobra y lleno de agujeros no se hundiera por completo. ¿Acaso cambiar de gobernante puede cambiar esa circunstancia de la noche a la mañana? ¿Acaso un cambio de gobierno elimina la inquietud, aflicción y congoja del ánimo, el desasosiego, o el riesgo que amenaza, o el mal que ya se padece? No. El estado sigue catastróficamente endeudado, financieramente quebrado, administrativamente lacerado y socialmente lastimado…eso, no ha cambiado (aún). Nuestra esperanza es que no estemos solamente en el mismo infierno con diferente “diablo”. Por lo pronto, debemos entender que hasta el momento, lo único que han cambiado son los monos del pastel.
Esperamos que el gobierno en turno sea más que solo nuevos “monos del pastel”. Esperemos que sean los pasteleros con mejores ingredientes, esperemos que sepan cambiar la forma y el fondo para que así, gradualmente, la consistencia y las circunstancias mejoren realmente y no solo en el discurso.
Desafortunadamente, ahora que está tan de moda eso del “marketing político” la imagen resulta más importante que la esencia y el escaparate de la escenografía es más importante que el andamiaje que sostiene la estructura, así es que parecer es más importante que ser. Se emulan las formas pero se ignora el fondo.
De ahí se derivan la inconsistencia, la incongruencia y la incoherencia que tanto daño han causado a la credibilidad y la confianza entre los ciudadanos y los gobiernos.
Empecemos por erradicar esa percepción ingenua que, como ciudadanos, nos hace oscilar como un péndulo en cada cambio de gobierno, entre la ilusión y la desilusión; pero sobre todas las cosas exhortemos a los estrategas de la comunicación política a considerar que el marketing es solo una herramienta para las formas superficiales, pero no es verdaderamente comunicación de fondo… y que la ilusión, con todas sus expectativas encumbra, pero la desilusión con todas sus decepciones, tumba.