Al platicar con el maestro Onésimo a sus 87 años de edad puedo entender que los diálogos con los matamorenses encierran un fondo de ideas sobre personajes y una visión del mundo tan diversa que hay que exponer o demostrar con intervenciones de lo fantástico, de lo misterioso, del vitalismo de la voluntad o del pensamiento de los entrevistados.
A partir de este agrupamiento de narraciones nos acercamos a nuestra sociedad para analizar las causas profundas de sus movimientos actuales, la creación de nuestros caracteres, las ambiciones de toda suerte de personajes, desde políticos a campesinos pasando por maestros y una diversidad muy amplia de miembros de nuestra comunidad. Después de este preámbulo doy paso a la narrativa de esta ocasión.
En 1947 había solo dos primarias para varones. Una era la Tipo Federal y la otra la Escuela Modelo a la que ingresó el niño Onésimo, ubicada en la calle primera entre Santos Degollado y Lauro Villar, la cual en esa entonces no tenía barda y contaba con un campanario. Así mismo también recuerda con nostalgia el Profesor Onésimo que la competencia entre estas dos primarias no se limitaba solo a la parte académica pues incluía la parte deportiva.
En esos ya lejanos tiempos de la escuela primaria, en sexto grado, llegó un pintor español, Miguel Gómez a ofrecer que enseñaría a los niños a pintar gratuitamente. El artista que desde entonces lo habitaba regurgitaba en su interior y ese ofrecimiento hecho para todos los alumnos, al niño Onésimo le pareció que era exclusivamente para él y se apuntó para conocer más sobre las técnicas de pintura y con el paso del tiempo se percató que este supuesto pintor modernista no sabía mucho y lo que en realidad quería era engatusar a la gente para llevarse un beneficio económico. Desde entonces era tal su talento artístico para la pintura que el alumno de sexto grado, Onésimo, hacía los cuadros y el maestro Miguel Gómez los firmaba.
Hoy, este hecho visto en retrospectiva es la pauta que nos permite definir la vocación artística de nuestro personaje matamorense que en esta ocasión narro para ti sesudo lector. Aún sabiendo que las obras hechas por él no llevarían su nombre, el niño Onésimo no sentía el menor desgano o desmotivación; el objetivo era dejar la huella de su talento pues quizá más tarde el tiempo o el destino se encargaría de develar al verdadero autor.
Después de la primaria continuó sus estudios en la secundaria Federal No1 donde conoció a otro español, el célebre maestro y pintor Bartolomé Mongrell Mestre de quien afirma fue quien realmente le dio mayor enseñanza. El maestro Mongrell enseñó pintura a damas de la sociedad de aquella época. Cabe señalar también que una de las alumnas de este pintor español fue la periodista Margarita Chiquita Remington una mujer a quien le gustaba pintar en forma lírica sin atender las técnicas de Mongrell, quien la aceptaba por la publicidad que ella le daba.
En septiembre de 1951, estando aún en secundaria, la Chiquita Remington vio a su compañero Onésimo haciendo unas caricaturas y le dijo: “Onésimo, se acaba de abrir el periódico El Bravo, por qué no vas y pides ahí trabajo” Éste le tomó la palabra y fue a ofrecer sus servicios y cuál fue su sorpresa que a su corta edad le dieron la plaza de caricaturista editorial político, lo que lo hizo pasar a la historia como el primer caricaturista de ese periódico local de Matamoros.
Este niño de secundaria, según nos dijo, fue el encargado a su temprana edad de la caricatura principal de este rotativo ya mencionado, para lo cual tuvo que seguir una disciplina. Al salir de la escuela secundaria tenía que ponerse a leer para ubicar el contenido de su caricatura del día la cual hacía los siete días de la semana y trabajo por el cual le pagaban 15 pesos por cada diseño presentado. Hoy recuerda con grata nostalgia y orgullo gratificante que el muchachito de secundaria que entonces era pudo con su sueldo de caricaturista cambiarle a su mamá la estufa de petróleo por una de gas.
En esta misma época tan fecunda de secundaria llegó a su vida la maestra Martha Rita Prince con una obra que presentó en el Teatro Reforma antes de que lo hicieran cine: “Los empeños de una Casa” obra en la que actuó el joven Onésimo un día de las madres y que fue visto por una española refugiada que vivía aquí en Matamoros y que junto con su esposo eran cómicos de la legua, esos actores que iban de pueblo en pueblo y que al ver la actuación del entonces joven Onésimo inmediatamente lo contrataron. Esas vivencias en la actuación fueron su entrada al mundo del teatro. De esta forma y a esta temprana edad alimentaba su vena de artista con la pintura y el teatro, pero vendría la arquitectura.
El tiempo hablará.