¡Y sigue la lavadora mediática de cerebros! En las últimas semanas salieron los defensores de las “reformas” en todos los medios de comunicación para explicarnos lo absolutamente necesario que es permitir la entrada de capital extranjero en las fuentes de energía mexicanas. Y no dejaron duda alguna: estar en contra significaría necesariamente un retroceso que sólo desean los izquierdistas arcaicos opuestos a la “modernidad”, al “futuro” y al “desarrollo” de México.
El argumento principal respecto al petróleo es que Pemex debe compensar una caída en su producción, y que para ello necesita más tecnología e inversión extranjera (sin preguntarse cómo podríamos mejorar el régimen fiscal y la pésima administración de la paraestatal para mejorar su competitividad), pero que ni una tuerca de Pemex se venderá.
Así pues, Cristina Díaz, dirigente de la priista Confederación Nacional de Organizaciones Populares, nos advirtió que a través de la reforma deseada, se generarán más empleos (supongo que se refiere a los mismos empleos que inducía la “reforma laboral” del año pasado y que nunca se crearon). También nos aseguró la Sra. Díaz que así tendremos más oportunidades educativas y fomentaremos el sacro-santo “desarrollo” de México. Por su parte, el Sr. gobernador de Tamaulipas afirmó que la misma reforma es imprescindible para alcanzar un mayor “desarrollo social”, y por si no hubiéramos entendido bien, otros personajes nos hicieron el favor de reforzar el pensamiento ambiente – y en televisión nacional por supuesto – como el presidente de la Coparmex o también el gobernador del Estado de México Eruviel Ávila, quien promocionó el “desarrollo” que alcanzaríamos casi automáticamente al adoptar tal reforma (dicho sea de paso, yo nunca entendí por qué vemos tanto en televisión nacional al gobernador del Edomex, pero bueno, esto es otro tema…). Es más, el propio secretario de Energía trató de asustarnos, explicando que si no actuamos (¿vendemos?) ahora, podría ser “demasiado tarde”.
El problema es que este concierto mediático y el discurso de “no hay de otra” y “es nuestra última oportunidad” ya se ha escuchado en México… hace más de 20 años, con las privatizaciones masivas de empresas estatales que culminaron con el presidente Salinas: banca, telefonía, fundidoras, aerolíneas, ferrocarriles, televisión, hoteles, seguros, empresas químicas (…). Cabe aclarar aquí que no estoy fundamentalmente en contra de la inversión privada o de la privatización de grandes empresas parcialmente ineficientes, al contrario, pero simplemente la historia reciente ha demostrado que en este país las privatizaciones han creado dinastías empresariales y fortunas familiares antes de cualquier bien común.
Resultado de las privatizaciones de la época de los 1990: la explosión de la desigualdad en el país, con un grupo “élite” cercano a la casta en el poder que se enriqueció de una manera bárbara. Si en 1991 el país contaba con “apenas” dos personas con fortuna superior a los mil millones de dólares, al final del sexenio de Salinas eran más del doble (24). Hoy en día, el “Reporte Global de Riqueza 2013” del banco suizo Crédit Suisse señala que México cuenta con 186 mil millonarios (en dólares, por favor). La cifra da vértigo.
Ahora, pensamos en permitir la entrada de capital extranjero en el sector energético mexicano. Les comento al respecto que la prensa europea está repleta de comentarios de empresas “en espera” de poder sacar provecho de la apertura de los energéticos mexicanos. El propio Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, abogó “a favor de la apertura a la inversión extranjera que interesa a los estados europeos”, y no creo que este personaje haya argumentado tomando en cuenta el bienestar de los mexicanos, sino el beneficio previsto para las empresas europeas.
Hay que ser bien necio y sesgado – o con intereses en los grupos en el poder – para negar esta realidad y no ver el discurso “vende-espejismo” actual. Simplemente la historia nos da muchas razones para dudar que esta supuesta “reforma” del sector energético se hará realmente “para el bien de México y de los mexicanos”. Las colusiones entre intereses personales, grupos políticos y grandes firmas transnacionales son demasiado comunes y peligrosas en nuestro país para creer ingenuamente en el “bienestar” y el “desarrollo”… prometidos desde hace más dos décadas.
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