México vivió una de sus peores crisis entre 1981 y 1982 cuando, agobiado por continuas devaluaciones del peso, el presidente José López Portillo declaró la guerra a los “sacadólares”. Y esta palabra se volvió ignominiosa como seña antipatriótica al ver los ricos cómo se desmoronaba nuestro país y ellos cínicamente depositaban sus fortunas en Suiza y Estados Unidos.
En esos años la persecución contra los “sacadólares” era abierta. Y los medios de comunicación masiva exigían nombres, nombres, nombres, con el fin de evitar que se filtraran apellidos de familias de las que se sospechaba hacían continuos y grandes depósitos en el extranjero. Pero oficialmente nunca hubo información al respecto y la especulación desató una cacería de supuestos “malos mexicanos”.
Por eso José López Portillo, al fustigar continuamente a los “sacadólares”, lanzó su grito de guerra que lo hizo pasar a la historia: “Defenderé el peso como un perro”. Y por eso cuando lo alcanzó la corrupción y se hizo de una casota igual que la ahora “Casa Blanca” de Enrique Peña Nieto y de su esposa, se popularizó como “la colina del perro”, en medio de alegatos de legitimidad en su adquisición porque le había facilitado los recursos su gran amigo Carlos Hank González, otro corrupto de altos vuelos de la política mexicana.
Al final de cuentas, el peor presidente que ha tenido México se inclinó por la expropiación de la banca, entre un secretísimo grupo de colaboradores, entre ellos su hijo José Ramón (“el orgullo de mi nepotismo”, decía), y en el último informe el 1 de septiembre de 1982 lloró a lágrima viva y pidió perdón a los pobres por no haberles podido paliar su pobreza al tiempo que asombró hasta al candidato del PRI a la presidencia, Miguel de la Madrid, cuando dio a conocer el decreto como su último ataque contra los “sacadólares”.
Pero resultó que a la larga nos enteramos que los verdaderos “sacadólares” estaban en el gobierno. Eran los mismos que rodeaban a López Portillo. Eran los que, en cada devaluación, al contar con información privilegiada de primera mano, convertían sus pesos y hasta sus bienes en billetes verdes, y los mandaban al exterior a acumularlos desaforadamente.
De ahí que no nos resulte extraño seguirnos enterarnos ahora mismos que los “sacadólares” siguen siendo los mismos que cobija el sistema en la cúpula del poder, y tres tamaulipecos figuren entre los más antipatriotas de la peor calaña, no por sus fechorías y corrupción sino por hacerse público cómo tienen propiedades y dinero en Estados Unidos, tal como ha quedado expuesto en los casos de Tomás Yarrington, Javier Villarreal y ahora Homero de la Garza Tamez.
De hecho el matamortense Javier Villarreal entregó a Estados Unidos 8.8 millones de dólares y mansiones al ser el operador de los préstamos que obtuvo para Coahuila mediante triquiñuelas y falsificación de documentos. Y de Tomás Yarrington ya mejor ni hablar de lo mismo en este espacio.
Pero es una pena que ahora otro tamaulipeco sea puesto bajo escrutinio como verdadero “sacadólares” por el gobierno de Estados Unidos, pues Homero de la Garza Tamez podrá alegar inocencia en la acusación que le están endilgando y, sin embargo, ha quedado claro que el hoy Secretario de Desarrollo Social de Tamaulipas tiene 1.1 millón de dólares en cuentas bancarias en Texas.
No sabemos por qué hay políticos que no se cuidan de esa tipificación de “sacadólares”, pues deben saber que por el hecho de ser figura pública sobra quienes le ponen la lupa a su fortuna. Y cuando se descubren sus montos de escándalo en el extranjero, la familia es la que la lleva y no aguanta la vergüenza de ser señalada de posible corrupción.
La noticia tiene bocabajeado a Garza Tamez. En la Corte de Distrito Sur, con sede en Corpus Christi, el gobierno EEUU inició el jueves 12 la demanda civil 2:14-cv-00484 en su contra. Le confiscarían 1.1 millón de dólares por sospechas de sobornos por entregar obras mientras ocupó Instituto Tamaulipeco de Vivienda y Urbanismo del gobierno estatal de Eugenio Hernández entre 2005 al 2010.
Se sospecha que empezó la danza de dinero desde que ocupó en Ciudad Victoria como titular de Desarrollo Urbano y luego como Secretario de Desarrollo Urbano y Medio Ambiente con influencia con Egidio Torres de enero 2011 a agosto 2012. Y finalmente ahora como el mero mero de Desarrollo Social.
No sabemos el grado de certeza en esta acusación. Sólo Garza Tamez y su conciencia pueden dar cuenta del origen de su fortuna porque, como todos los políticos, se defiende como gato bocarriba. Por lo pronto tiene 21 días para reclamar el dinero congelado.
La coartada que alega es la misma: se trata de golpeteo de enemigos políticos. Y se baña de honestidad en sus declaraciones, haciendo valer sus 37 años de trabajo. Pero fue un mentiroso al decir en Estados Unidos que era ingeniero civil y no político. Sólo él sabe si puede probar que su dinero es bien habido. Sin embargo, no se salva de ser un “sacadólares”. Y si López Portillo viviera lo mandaría colgar del palo más alto por “antipatriota”.
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