Muchas son las rarezas que se cuentan sobre los ex presidentes mexicanos, algunas como todo ciertas, otras no tanto.
Las épocas revolucionarias fueron, además de violentas, un prodigio en pasajes y rarezas por lo que citaré algunas de ellas en este escrito, pero sólo las que me vienen en la memoria, sin alusión personal alguna.
Muy sonada fue la frase del General Obregón de que: “No hay General que aguante un cañonazo de 50 mil pesos oro”.
Reunir esa cantidad en aquellos días era una tarea inmensa para el pueblo de ayer y hoy, esto tampoco quiere decir que se sepa de algún general que lo haya hecho, es simplemente una anécdota que hay que tomarla como tal.
Ni qué hablar del munícipe aquel que cuando entregó el poder, su sucesor le dijo en un almuerzo: “¡Ay manito, no dejaste más que un veinte en caja”, lo que el aludido respondió: “Te juro que no lo vi”.
Las épocas son diferentes, vivimos en un país en el que a pesar de los políticos, crece y da frutos, escasos pero aún así florece, como parafraseando a Galileo: “E pour si Mouve” (y sin embargo se mueve).
Sin embargo los mexicanos queremos un crecimiento mayor, un desarrollo verdadero y sostenido, pues gobiernos van y vienen sin dar el estirón verdadero, sin crecer, sin llegar a la cima, con unos cuantos favorecidos que se encuentran cobijados por la ternura de “papá gobierno”.
Durante estos sexenios de la alternancia, 12 millones de mexicanos han descendido a la pobreza extrema gracias a las políticas gubernamentales de capitalización del Estado para favorecer a los grupos de privilegio.
Los presidentes salen con prebendas estratosféricas, permanentes, lascivas para los jubilados de menores jerarquías.
Dígame usted: ¿Que favores debemos a los ex presidentes para que el erario les siga pagando, después que se despacharon mientras “sirvieron a la patria”?.
Cito aquí la anécdota de un presidente extranjero, Harry S. Truman, quien después de haber tomado las decisiones más difíciles en la historia norteamericana, dejó la presidencia y se retiró con la pensión de 13 mil y fracción de dólares anuales que el ejército le otorgaba por haber sido soldado en la Primera Guerra Mundial.
Como ven ni unos son tan malos, ni otros son tan buenos, nuestros políticos son tan frágiles que un estornudo los descobija, les tira la piel que compraron, para sostener su estatus y desarrollarse, pero para desgracia nuestra el líder aún no aparece y si está, es en ciernes, pues no se ha desarrollado.
Si partimos de la idea de que nada es perfecto, que todo es perfectible, creo que habrán muchas más anécdotas como las referidas, pendientes de la historia de nuestro querido México, por el que deseo transitar con la seguridad tantas veces dicha y no realizada, esto como colofón; no es cuestión de partidos ni principios, ni de anécdotas, es de actualidades y necesidades.
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