Además de las pérdidas humanas, el Covid ha provocado otras pérdidas. Muchas personas perdieron su empleo, otros su vivienda, hay quienes perdieron su estabilidad económica, y creo que poco a poco estamos perdiendo el control y hasta la paz.
No es fácil enterarnos cada día que las cifras de infectados y fallecidos van aumentando; que hay tensión en el ambiente, o, por el contrario, indiferencia total. Tenemos una tercera ola de contagios y el secretario de Salud en el estado, Manuel de la O, advirtió que podríamos tener hasta una sexta ola.
“Los virus se siguen replicando, seguramente vamos a tener cuarta y quinta ola, sexta ola. Tenemos que avanzar y el virus mientras más se replique, más variantes van a salir”, indicó.
Cuando leí esa nota publicada por Milenio (07/08/2021) me quedé un minuto en silencio y luego pensé: “ya valió”; y traté de visualizar un panorama neutral en el futuro, pero tengo que confesar que esa visión no fue para nada alentadora.
En este “mood” pesimista, pero honesto, quiero compartir una anécdota que viví hace meses, creo que como cinco o seis, la verdad es que pierdo la noción del tiempo; recuerdo que yo estaba detenida en un crucero esperando que cambiara el semáforo y de pronto me asaltó un señor que sin cubrebocas casi me grita: “Madre, dame una moneda, no he comido”, pegándose al vidrio de la camioneta.
Me quedé impactada, busqué si tenía una moneda, afortunadamente la encontré y se la di lo más rápido posible. De pronto creí que estaba en una de esas películas en las que te saltan personas de la nada, y después me sentí mal, pensando en que el señor tenía que estar muy desesperado para hacer eso.
Al recuperarme del susto, prometí que ya no iría a ninguna parte, pero claro que es imposible no salir, incluso es hasta necesario. Entonces, con el cubrebocas como arma, salgo de mi casa con un: “en nombre sea de Dios”.
Desde que anunciaron la tercera ola empecé a apanicarme de nuevo, ya que el año pasado estuve muy paranoica los primeros meses, pero después estaba hasta cierto punto tranquila pensando que le había encontrado el modo de “torear” al coronavirus, pero me equivoqué.
Basta con la información que recibimos diariamente, queramos o no, porque a estas alturas, ya tenemos varios conocidos o personas cercanas que se contagiaron y a menos de que nos pongamos vendas en los ojos, o tapones en los oídos, forzosamente nos enteramos de lo que sucede a nuestro alrededor.
Y aun con las dos dosis de las vacunas, estamos y seguimos expuestos, debido a la variante Delta, de la que se dice que es más agresiva, y no podemos bajar la guardia ni confiarnos. Todo parece indicar que las medidas y restricciones que se han aplicado hasta ahora no han servido de mucho, pues la situación ya se salió de control y nosotros vamos perdiendo el control cada vez más.
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