En 2017 escribí una columna en Hora Cero titulada “El narco y yo” donde me refería a uno de los jefes del crimen organizado de Matamoros, Tamaulipas, que lleva 27 años en prisión: Oscar Malherbe, quien fue jefe del Cártel del Golfo y mi compañero en la secundaria.
Se me vino a la mente reproducir ese artículo a propósito de las declaraciones del gatillero que disparó contra el periodista Ciro Gómez Leyva quien, en una entrevista en prisión con la activista Saskia Niño de Rivera, dijo: “Los periodistas se meten con quien no deben”.
“Ese es el tema con los periodistas, que por querer sacar su nota luego se meten con quien no deben y hablan de más. No se ponen a pensar que esas personas tienen un paro más arriba que ellos”, agregó Héctor Martínez Jiménez, alias “El Bart”.
Es absolutamente cierto lo que declaró el detenido. Y lo suscribo y lo viví en persona. En 1986 acribillaron a dos periodistas en Matamoros del periódico El Popular: Norma Moreno Figueroa, de 24 años, y Ernesto Flores Torrijos, director del diario.
Yo era un novato reportero de El Porvenir cuando levanté la mano en la redacción para ir a la ciudad donde había crecido, y donde residían mis padres y hermanos, para seguir de cerca las investigaciones “sobre ese cobarde doble crimen que atentaba contra la libre expresión”.
El resultado de mi trabajo fue un reportaje seriado titulado en El Porvenir como “Matamoros pueblo chico, infierno grande”, donde precisamente me metí con quienes no debía hacerlo, dando nombres y apellidos de quienes en esos años eran jefes de la plaza.
Pero esa es otra historia que ya está escrita. En esta ocasión quiero compartir la columna sobre Oscar Malherbe quien, si alguna vez puedo entrevistarlo, le preguntaré:
“¿En 1986, después de mi reportaje, tuviste algo qué ver para que me perdonaran la vida?”. Y si fue así se lo agradeceré porque evitó un gran dolor a mis papás.
Era muy joven, tenía 23 años, la misma edad que la periodista asesinada, y no medí el peligro, como tampoco lo hizo Ciro Gómez Leyva y otros reporteros que ni antes, ni mucho menos ahora, nos metimos en temas que ponen en riesgo nuestras vidas.
El narco y yo
No tengo el año preciso en mente, mucho menos el día y el mes, pero debió ser en 1977 ó 1978, cuando estudiaba en la Secundaria Federal No. 1 de Matamoros, Tamaulipas. Él cursaba un grado menos y no éramos amigos.
Con el paso de los años, Oscar Malherbe de León torció su camino empezando a robar carros en esa frontera con Estados Unidos para cometer ilícitos, como todos los “cadetes” del crimen organizado que así empezaban a hacer carrera.
Ignoro si terminó la secundaria y continuó en la preparatoria porque, insisto, no era mi amigo. Sólo recuerdo de él cuando un día se le ocurrió cortejar a mi novia Teresa Mendoza Cruz -¡cómo olvidar ese nombre!-; lo reté a golpes, nos pusimos en guardia y con un certero golpe lo tumbé. Hasta sangre hubo.
Por Wikipedia supe que este año cumple 20 años en prisión. Y hasta la fecha he contado la anécdota de aquella pelea entre adolescentes. Pero cuando llegó a ser el jefe del Cártel del Golfo luego de la detención de Juan García Ábrego en 1996 en broma comentaba: “Ojalá se le haya olvidado”.
Enseguida transcribo su biografía que se puede leer en la enciclopedia digital mas famosa actualmente:
Óscar Malherbe de León (nacido el 10 de enero de 1964) es un encarcelado narcotraficante y ex-líder del Cártel del Golfo, una organización criminal mexicana. Durante su carrera delictiva, fue el enlace más importante del Cártel de Golfo en Colombia, responsable de traficar grandes cantidades de cocaína del Cártel de Cali en la década de los noventa.
Antes de ingresar al narcotráfico, Malherbe era limpiabotas y lavacoches. Luego dejó estos oficios y empezó a robar automóviles, e inmediatamente después fue reclutado en 1976 por Casimiro Espinoza Campos (alias El Cacho), un extinto líder de una banda relacionada con el Cártel del Golfo. Su frialdad e inteligencia dentro del ámbito delictivo llevó a Malherbe a la fama dentro de la organización en 1980.
Reportes mencionan que él, a su temprana edad de veintidós, ya había ejecutado a al menos 10 personas. Trabajó junto con Casimiro hasta que éste fue asesinado en 1984 bajo las órdenes del capo Juan García Ábrego. Al quedarse sin esa banda, Malherbe se alió con García Ábrego para después convertirse en uno de sus hombres de suma confianza.
García Ábrego fue arrestado por las autoridades mexicanas en enero de 1996, y Malherbe se convirtió en su sucesor. Sin embargo, su estancia como líder del Cártel del Golfo sólo le duraría un poco más de un año; en febrero de 1997, Malherbe fue arrestado en un centro comercial de la Ciudad de México y encarcelado en el Centro Federal de Readaptación Social Número 1, donde hoy cumple su sentencia.
Acepto que como periodista me interesaría entrevistarlo. Tengo un contacto en Matamoros que me pudiera abrir la posibilidad. Alguien quien formó parte de su grupo en operaciones en el tráfico de drogas desde Colombia, pasando por Guatemala y con destino final Matamoros, antes de cruzar la cocaína a Estados Unidos.
No me interesa hacer un libro ni hacer negocio con la historia de Malherbe. No comparto que el narcotráfico se haya convertido en una fuente de inspiración para escritores y periodistas, con libros que a veces son alabanzas de un delito que carcome los valores de la sociedad mexicana.
¿Pero valdrá la pena empezar las gestiones de convencimiento con su esposa que lo visita regularmente en la cárcel?, ¿tendría valor periodístico?, me pregunto. Sólo espero que si un día estamos frente a frente nunca recuerde esa pelea.
Me conozco como periodista. Ya toqué la primera puerta con uno de sus entonces hombres de todas sus confianzas -quien estuvo casi diez años en una cárcel de Estados Unidos por tráfico de cocaína-, cuando Malherbe encabezó el Cártel del Golfo y lo envió a la selva de Guatemala a recibir avionetas cargadas de cocaína que aterrizaban en pistas clandestinas.
Esto apenas empieza. Vamos a ver qué pasa.
twitter: @hhjimenez