La historia de México está cuajada de actos heroicos y próceres de talla universal, quizá por ello se le considera una de las grandes potencias espirituales cuya esencia está resumida en el lema de la universidad nacional: “Por mi raza hablará el espíritu”, debida a la inspiración de José Vasconcelos, el maestro de la juventud de América. Pero, también de nefastos traidores cuya obra ha desviado al país y a los paisanos de su naturaleza humanista.
Hasta la fecha, se considera el peor de éstos a Antonio López de Santa Anna, el genio militar que dejó al invasor norteamericano llegar hasta la Ciudad de México a cambio de 5 millones de dólares en oro, entregados en La Angostura, donde las tropas mexicanas estuvieron a punto de aniquilar a los ejércitos de Estados Unidos comandados por Zachary Taylor; pero, ahora ha vuelto uno peor que todos los demás, con una increíble cara dura.
Ernesto Zedillo Ponce de León, presidente de 1994 a 2000, inauguró la Conferencia Anual de la Asociación Internacional de Abogados en el Centro Banamex, asegurando que: “…la reforma judicial tiene origen en la frustración de no contar con una Corte sumisa, que evolucionó hasta transformarse en una venganza brutal: la destrucción del Poder Judicial, para ponerlo al servicio la fuerza política en el poder”. ¡Jíjos! Si no fueran tan trágicas y grotescas estas palabras, serían de risa loca.
Esta pobre eminencia gris, de quien el ex Subprocurador de la PGR, Mario Ruíz Massieu dijo que estuvo involucrado en los asesinatos de su hermano José Francisco Ruíz Massieu, y de Luis Donaldo Colosio Murrieta y textualmente aseguró que: “Ernesto Zedillo no perdonó que denunciara a los dirigentes del PRI… se vengó por eso”. Este miserable es autor del “Efecto tequila” y del Fobaproa, que convirtieron la inversión especulativa y el rescate bancario en colosales deudas públicas.
Ese traidor que vive en los EU y es una de las cabezas visibles de la ultraderecha global, no es capaz de entender sus propias palabras: “…la destrucción del Poder Judicial, para ponerlo al servicio de la fuerza política en el poder”. La reforma jurídica no busca destruir, sino fortalecer al Poder Judicial y, sí, para ponerlo al servicio de “la fuerza política en el poder”, esto es, del pueblo hecho gobierno, como proponía Colosio y como reza la Constitución.
En sus necias palabras justificó la reforma que hizo cinco días después de asumir la presidencia en 1994; argumentó que se trató de un cambio para terminar con la incondicionalidad de la Corte al Ejecutivo; pero, la realidad es que utilizó a Luis María Aguilar Morales para alinear el Poder Judicial al modelo neoliberal y para que estuviera al servicio de las grandes corporaciones trasnacionales y sus acólitos dentro y fuera del gobierno.
Ahora viene buscando influir en los sectores radicales de la derecha, especialmente los empresariales, confesionales y organizacionales; pero, se topa con pared porque la Cuarta Transformación de la vida pública de México no es sólo un movimientos político, sino una auténtica revolución de la conciencias en el entendido de que: Por el bien de todos, primero los pobres. Esos pobres que Zedillo generó con el cuento de que pagar salarios justos elevaría la inflación y afectaría la economía en general.
Como era de esperarse, Zedillo tuvo palabras de encomio para Norma Piña y algunos de los ministros de la Corte que lo acompañaron en esta nueva incursión en tierras del Anáhuac; sólo que a Zedillo nadie lo recibió con flores y vítores como a Santa Anna, once veces presidente de la República, aún después de haber entregado más de la mitad del territorio nacional. De traidores y vendepatrias, Ernesto le saca ventaja a su Alteza serenísima que terminó como el cojo de la Merced.