“Pinche Benjas, nos corrió a todos”, fue la expresión con la que Anselmo “N”, un viejo operador electoral del PRI, comentó el cese de más de 200 empleados del gobierno de Nuevo León, en mayo de 1996.
Integrado a la Secretaría General de Gobierno, operaba como uno de los varios Coordinadores de Enlace municipal, pero que en la práctica fungía como jefe de “mapaches” para el Partido Revolucionario Institucional, de esos que el día de las elecciones agilizaban el acarreo de votantes, robo de urnas, compra de votos, relleno de urnas y alteración de actas de votación.
Anselmo se enfrentaba, de buenas a primeras junto con sus subordinados, al desempleo forzado. Todo por el pleito de dos grupos políticos que se disputaban el control del tricolor. “Benjamín (Clariond) traicionó al PRI. Era un panista disfrazado de priista, quien hizo gobernador a su primo y socio Fernando Canales”.
Benjamín “El Benjas” Clariond Reyes Retana, tenía menos de dos meses de haber asumido el cargo como gobernador interino tras la renuncia de Sócrates Rizzo García.
Ambos priistas eran antagonistas y lo han seguido siendo a lo largo de 20 años.
En una decisión de carácter administrativo pero cargada de contenido político, el nuevo mandatario de Nuevo León ordenó despedir a cientos, quizás miles de empleados de la burocracia estatal heredados de la gestión de Rizzo García. Falta de dinero -quesque por el descontrol financiero del anterior mandatario-, obligaban a “apretar el cinturón”.
Curiosamente entre los que fueron cesados estaban ese nutrido grupo de coordinadores y comisionados que tenían la función de mapear todo el estado, conocer cada colonia, ejido, barrio o congregación de vecinos, y detallar quienes vivían en cada casa, su edad, sexo y filiación o tendencia política.
Todo, todo, para informar a detalle al Partido Revolucionario Institucional -su verdadero patrón o jefe-, el sentir de los potenciales electores. “Quien tiene la información y maneja las despensas y apoyos para los ciudadanos gana las elecciones”, decía Anselmo “N”.
“Ni las gracias nos dieron, mucho menos la liquidación o el fondo de pensiones que teníamos”, comentó.
Tan repentino fue el despido, que algunos ni siquiera pudieron sacar el lonche que ese día pensaban degustar. Un discreto operativo policial montado en el Palacio de Gobierno desanimó a los más aventados a querer ir a recoger sus pertenencias.
Pero como reza ese refrán tan mexicano, “No hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista” y a vuelta de la esquina, sin imaginarse de donde salía la tabla de salvación para Anselmo y compañeros de aventuras políticas y desventuras laborales, la chamba tocó a sus puertas.
Vía telefónica, empleados del PAN estatal bajo la dirigencia de José Luis Coindreau, invitaron a colaborar a Anselmo y sus compañeros, en el fortalecimiento de la estructura partidista con rumbo a las elecciones de gobernador de 1997.
“Nos dijeron que nos pagarían mejor sueldo, y hasta prestaciones. Y nos fuimos al PAN”, relata Anselmo, jubiloso de llevar su experiencia electoral a otros lares. Y si es bien pagada, mejor.
¿Sus funciones? ¿Qué harían para el PAN? Lo mismo que en el tricolor: “Conocer de cada seccional electoral cómo votan o por quién votarán los habitantes de cada colonia o barrio”, explicó.
No sólo eso: conociendo a fondo la demografía de Nuevo León con sus problemáticas sociales tan diversas en cada municipio, rurales o urbanos, sectores ricos y pobres, los candidatos panistas ayudarían a los vecinos futuros candidatos a acercarse a la gente.
La gestoría social y las despensas llegarían pues, en plenas campañas electorales.
En el Arte de la Guerra se señala que una batalla se puede ganar desde antes de la confrontación, primero, conociendo el terreno de manera previa, segundo, sabiendo las debilidades de tu enemigo y, sobre todo, dividiendo las fuerzas de tu adversario para así restarle capacidad de respuesta o contragolpe.
En el Arte de la Guerra a la Mexicana, saber las mañas y trampas del adversario, o mejor dicho, usar a esos mañosos y tramposos a tu favor, te da primero, opción de competir al tú por tú. Y en una de esas, hasta ganarle.
Este escenario ocurrió, explica Anselmo “N”, el 6 de julio de 1997. El PAN logró alzarse con la victoria en la elección de gobernador con 656 mil 993 votos a favor de su candidato el empresario Fernando Canales Clariond, frente a los 567 mil 462 del priista José Natividad González Parás.
En los comicios de 1991 apenas el candidato del PAN a gobernador Rogelio Sada alcanzó 294 mil 325 votos, frente a los 562 mil 186 del priista Sócrates Rizzo García.
Es decir, en seis años logró crecer casi un 150 por ciento en la preferencia electoral, un total de 362 mil 668 votos más. ¿Suerte o magia? ¿Capacidad política de sus candidatos para convencer a los ciudadanos?
Nada de eso. Sencillamente el panismo peleó con las mismas armas y en los mismos terrenos con el priismo. Juego de mañas, pues.
Públicamente Benjamín Clariond siempre se declaró priista de hueso colorado, pero durante el año y medio en que fue gobernador interino emprendió una cacería de ex funcionarios estatales y municipales acusados de corrupción, la mayoría de ellos ligados al ex gobernador Sócrates Rizzo quien, incluso, acudió a declarar ante un juez penal por su presunta participación en actos de corrupción.
Ya sea por descrédito de los gobernantes y funcionarios priistas acusados de corrupción e incluso encarcelados como el ex alcalde de Guadalupe, Ramiro Guerra, o bien por el uso de los ex mapaches del tricolor para acarrearles votos, Acción Nacional logró por primera y única vez ganar una elección estatal.
El estigma de ser un priista empanizado, o un panista empriisado sigue rondando a Benjamín Clariond, mientras el PRI se encamina a una aparente derrota este próximo 1 de julio.