En las pasadas elecciones se puso de moda entre los estrategas de las diferentes campañas “vender” mensajes enfocados mayoritariamente hacia los jóvenes, asumiendo que, como dice la teoría del liderazgo, en situaciones de crisis sociales y económicas, la opinión pública tiene más empatía hacia las nuevas generaciones, ya que por su optimismo, energía y educación están mejor preparadas para enfrentarlas, que aquellos perfiles con mayor edad.
En teoría, esto garantizaría que los ciudadanos nos pusiéramos en buenas manos, porque al elegir políticos de nueva generación, significaría que tendrían el talento, preparación y energía para sacarnos adelante; sin embargo, no necesariamente está sucediendo así.
A los ciudadanos no les sorprende encontrarse los mismos problemas a los que se enfrenta día a día, pero sí les soprende que las formas de enfrentarlos y atenderlos sigan siendo las mismas de siempre, ¿o a poco al elegir a “jóvenes líderes sociales”, no esperamos también esas formas nuevas de enfrentar los rezagos?
Nuestro gran paradigma social va más allá de elegir “babysaurios” en lugar de “dinosaurios”, pensando que esa será la varita mágica, pero si la participación activa y crítica de los diferentes organismos sociales y de la misma ciudadanía sigue igual, simple y sencillamente estamos demostrando toda la sintomatología de los enfermos mentales; seguimos haciendo lo mismo esperando resultados diferentes.
Debemos hacer cosas diferentes para esperar resultados diferentes.
En pleno siglo XXI es totalmente intolerable que los nuevos políticos se estén caracterizando por seguir empujando la impunidad, principal problema de México, y no estén dando ese oxígeno que la ciudadanía les demanda y sigan siendo tan cínicos como sus antepasados, con la gran diferencia de que ahora las personas registran una mayor capacidad crítica y no necesariamente seguirán tolerando estas actitudes.
Y si no pa´l baile vamos. Vean el ejemplo reciente del Premier Italiano Silvio Berlusconi, a quien un ciudadano indignado precisamente por su reiterado cinismo, no dudó en enfrentarlo físicamente, lo reitero, todos los extremos son dañinos y frenan el desarrollo social.
O si cada vez que haya una exigencia ciudadana en cualquier tema, nuestros alcaldes, diputados y demás van a seguir con sus clásicas muletillas de que “se iniciará una investigación”, “fueron los que se fueron”, “es que se enfermó mi abuelita”, “yo no fui, fue teté”, “todo el peso de la ley”.
¿De cuál ley?, preguntan muchos ciudadanos, ¿de la de Herodes?
Entendemos que muchas veces se enfrentan a situaciones no esperadas, o a compromisos económicos y políticos muy poderosos a los que simple y sencillamente no QUIEREN ENFRENTAR, pero si las decenas de miles de votos de personas de carne y hueso que les despositaron como una muestra REAL DE CONFIANZA, no son suficiente para ofrecer esos resultados diferentes, no pasa nada, simple y sencillamente escuchen a Joan Manuel Serrat.
¿Y qué diablos tiene que ver el catalán en todo esto?
Sencillamente que en la interpretación de “Lecciones de Urbanidad”, Serrat aconseja a los políticos a simple y sencillamente parecer menos cínicos, al recomendar que “cuando la cague haga el favor de engalanarla bonito, para que admirado el mundo diga: qué lindo caga el señor”.
Ojalá y estas nuevas generaciones sean lo que nuestra sociedad ocupa, y no vengan a ser parte de la cultura de desecho, porque aunque no se vean, las viejas guardias siguen estando al acecho y ante un escenario como el que vivimos actualmente comulgan con la socorrida tésis de “más vale viejo por conocido que joven por conocer”.
Y si no, ¿por qué creen que entre la raza de a pie, a nuestro presidente y uno que otro alcalde , diputado o senador, ya mejor les dicen Nando, o Lipe, por aquello de que ya les perdieron la Fe.
Como decía mi abuelita, ¡HAY QUE SER PUERCO, PERO NO TROMPUDO!
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