En la toma de protesta del presidente No 47 de los EU, si yo fuera frívolo resaltaría el amago de beso que Trump le dio a Melania, el cual quedó solo como un conato de beso y el presidente no lo estampó en ella sino que lo dejó varios centímetros alejado de su mejilla quedando en lo que se llama un beso al aire, muchas veces mi madre por las prisas nos hizo eso a sus hijos, pero esa es otra Historia.
El discurso de Trump fue disruptivo e incluso agresivo sin pudor. Probablemente hasta grosero. Algunos lo calificaron de pobre oratoria, viendo a un hombre de poder que sueña con ser líder de todos, mencionando incluso que en cuanto al contenido de hombre de Estado seguramente Lincoln, Roosevelt y Kennedy se estarían revolcando en sus tumbas.
Hay muchas aristas a estudiar en este discurso inaugural que llegó a la par de las gélidas temperaturas, que ambas me han dejado congelado, una físicamente y la otra en el ámbito político migratorio como ciudadano de un estado mexicano fronterizo como lo es Tamaulipas. Abordare el tema de las posibles implicaciones de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798.
El análisis surge por la idea del flamante presidente Trump de declarar a los cárteles como organizaciones terroristas y fundamentarlo precisamente en la poco familiar ley de Enemigos Extranjeros de 1798, el cual es un argumento que ha sido considerado por los asesores del ahora presidente, especialmente en debates sobre seguridad nacional y política exterior respecto a México, que desde su campaña del 2015 nos traía de encargo y al parecer no nos va a soltar.
Esta ley fue promulgada como parte de los Actos de Extranjería y Sedición durante la presidencia de John Adams. Fue diseñada para permitir la deportación o detención de ciudadanos extranjeros de países hostiles durante tiempos de guerra o conflicto. Otorga al presidente la autoridad para restringir, controlar o expulsar a ciudadanos de naciones enemigas en caso de amenazas contra EU.
Si el gobierno de EU aplicara la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 a los cárteles mexicanos, podría generar varias implicaciones para los ciudadanos mexicanos comunes, tanto en México como en su propio país, una de ellas es el riesgo de restricciones y deportaciones masivas ya que dicha ley, como ya se mencionó, otorga al presidente la autoridad para restringir, arrestar o deportar ciudadanos de países enemigos en tiempos de guerra o conflicto.
De tal forma que, si los cárteles fueran considerados una amenaza equivalente a un enemigo extranjero, Trump podría implementar medidas restrictivas contra ciudadanos mexicanos que residen en su territorio. Esto podría incluir mayores deportaciones, restricciones en visas o permisos de trabajo, y una mayor vigilancia de la comunidad mexicana en el país de las libertades.
Bajo este contexto no es difícil suponer que la retórica política del presidente Trump podría justificar medidas más agresivas en la frontera, incluyendo más redadas y deportaciones en comunidades latinas, y para los ciudadanos comunes mexicanos mayor dificultad para obtener visas o asilo.
El mismo presidente Trump es posible que aplique sanciones bajo esta ley, podría afectar remesas enviadas por mexicanos a sus familiares en México como al parecer lo tiene contemplado. Y empresas mexicanas podrían enfrentar restricciones bancarias si se sospecha que tienen vínculos con el crimen organizado sin pasar por alto que ciudadanos mexicanos podrían ser investigados más rigurosamente al realizar transacciones financieras internacionales.
Una de las consecuencias más graves de esta ley es la posible intervención militar o ataques selectivos por parte del gobierno de los EU. Algunos sectores en ese país han sugerido acciones militares contra los cárteles en México. Esto podría incluir el uso de drones, operativos encubiertos o bombardeos selectivos en territorio mexicano y una acción así sería considerada una violación a la soberanía nacional e incluso pondría en riesgo a civiles que viven en las zonas intervenidas.
De aplicarse tal cual la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 habría tensiones diplomáticas entre los dos países. Acorde con las declaraciones de la presidenta Claudia Sheinbaum en las mañaneras, el gobierno mexicano probablemente rechazaría cualquier intento de intervención militar o designación de ciudadanos como enemigos extranjeros, esto derivará en que las relaciones bilaterales podrían deteriorarse, afectando acuerdos comerciales y migratorios. México podría tomar represalias diplomáticas o buscar apoyo de otros países para frenar la medida, coquetear con China o Rusia.
A estas alturas de la presente lectura es natural que se me acuse de fatalista pero ahí no para el pesimismo narrativo, pues es factible que haya afectaciones a la comunidad mexicana en EU que derive en mayor discriminación y criminalización de la comunidad mexicana en su país, restricción de derechos civiles a residentes mexicanos con estatus legal y posibles arrestos injustificados o vigilancia extrema en redes sociales, remesas y viajes.
Querido y dilecto lector, es de suma importancia entender los cambios inexorables que se avecinan por la llegada de Donald Trump, y que si llega a usar la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798 tal cual contra los cárteles, las consecuencias podrían extenderse más allá de los narcotraficantes y afectar a ciudadanos mexicanos comunes, endureciendo políticas migratorias, imponiendo restricciones financieras y aumentando la posibilidad de acciones militares. Esto generaría un clima de tensión internacional y discriminación en país de las barras y las estrellas contra la comunidad mexicana. Espero estar exagerando.
El tiempo hablará.