En la columna de ayer comentábamos la necesidad de que Tamaulipas tenga una sociedad equilibrada y justa.
Y nos referimos específicamente a esta entidad, porque para transformar un país, primero hay que trabajar en el entorno inmediato.
De qué nos sirve tomar como referencia otros Estados, otros países, es mejor centrarnos en trabajar en nuestras fallas como sociedad tamaulipeca, para poner el ejemplo.
En la columna del miércoles expusimos la ausencia del género femenino en los puestos de primer nivel del gobierno.
Argumentábamos que la equidad de género tiene y debe de reflejarse en el servicio público.
Imagínese si así de discriminado está el sector femenino, cómo estará el de los homosexuales y las lesbianas, pero no los del clóset, sino aquellos que se han aceptado como miembros de la comunidad gay.
En Tamaulipas, hasta ahora no hemos sabido de un funcionario o funcionaria de alto nivel de gobierno que acepte su homosexualidad.
En el país, de acuerdo a datos históricos, fue hasta el año de 1982 cuando una mujer integrante de la comunidad gay participó como candidata a un puesto de elección popular por el Partido del Trabajo, ella fue la concertista Claudia Hinojosa.
Y 27 años después el avance ha sido mínimo para este sector de la población que admite su inclinación no heterosexual.
En el país apenas son 28 candidatos que aceptan abiertamente su homosexualidad, en una población que rebasa los cien millones de habitantes, el porcentaje es preocupante.
Porque nos indica que aunque aseguramos ser una sociedad tolerante y no discriminatoria, no es verdad.
Los números son muy fríos, ahí están los datos.
También las denuncias que muestran el grado de intolerancia que vivimos en Tamaulipas.
Lo patético es que la descalificación contra un candidato de la comunidad gay victorense provenga de un hombre que se dice dedicado al servicio de Dios.
Por ello se interpuso ante el Consejo Estatal del Instituto Federal Electoral una denuncia contra el ministro de Culto Paul Lewis, quien llamó a no votar por el candidato del Partido Social Demócrata, Oscar Medina, precisamente por ser homosexual y porque sería indigno que llegara a la Cámara de Diputados como representante popular.
Lo que plantee ayer en la columna acerca de tener un gobierno que represente a los sectores que integran la sociedad tamaulipeca, incluye a quienes valientemente, en una sociedad que tiene por norma señalar a quienes considera diferentes, ejercen libremente su homosexualidad o lesbianismo.
Quiero hacer alusión a lo que dice en una entrevista, Mario Rodríguez Plata, uno de los líderes de la comunidad gay de Nuevo León, e integrante de la planilla del priista Abel Guerra, candidato a alcaldía de Monterrey.
“El auge de los homosexuales en la política obedece a una coyuntura, no a un interés real. Los partidos asumen que los gays votamos y nosotros necesitamos abrirnos espacios”.
El señalamiento de Rodríguez Plata nos ejemplifica hasta qué punto hemos fallado en construir una sociedad que responda a las necesidades de todos sus grupos sociales.
¿Cuánto tiempo le llevará a Tamaulipas establecer una sociedad más integrada y justa?, mucho seguramente, pero es un buen momento para aplaudir que por lo menos uno de los candidatos a una diputación federal admita que es homosexual.
Este es un primer paso para romper esquemas creados por la comunidad heterosexual, así podemos tener la esperanza que en unos años más el gobierno tamaulipeco esté integrado por mujeres, homosexuales, indígenas, personas con capacidades diferentes y hombres.
Discussion about this post