Todavía ni siquiera se sabe si el papa Francisco vendrá a México el año próximo. No se ha confirmado que pueda aprovechar su viaje a Estados Unidos para hacer una escala en nuestro país. Y nadie a ciencia cierta se atreve a pronosticar qué respuesta tiene reservada a los obispos mexicanos que lo aturdieron pidiéndole que se diera una vuelta por tierra azteca.
El presidente, Enrique Peña Nieto, también le insistió en que sería un honor recibirlo en México y saludar al pueblo que tanto lo admira y lo ama, por el carisma que ha proyectado en el tiempo que lleva en el pontificado. Nada se sabe con seguridad lo que el Papa piensa en torno a la buena voluntad de quienes desean ser sus obsequiosos anfitriones, aunque sea por unas horas.
Así las cosas, sería una grave irresponsabilidad encandilar a nuestros lectores haciéndoles creer acerca de la presencia del papa Francisco entre nosotros. Y peor gravedad revestiría señalar alguna fuente informativa falsa.
Sin embargo, el periodismo también está hecho para las probabilidades. Los datos no confirmados, igualmente, son dignos de difusión bajo la advertencia de que se trata de trascendidos. Y no es falta de ética contextualizar las versiones informales con la realidad de los hechos factibles.
Por eso me he cuidado en este espacio de no ser contundente con la posibilidad de que el papa Francisco venga a México, y menos que pisará la ciudad de Reynosa. Porque no es una noticia confirmada sino que se trata de la construcción de un andamiaje de circunstancias para soñar despiertos pero sin despegar de la realidad.
La razón es que el Papa es un enamorado del tema migratorio y, de venir a México, sus colaboradores más cercanos piensan que aprovecharía la ocasión para dar un discurso ad hoc en Reynosa o en Ciudad Juárez, por el significado que tienen estas ciudades fronterizas en la proyección de sus palabras que rebotarán en todo el mundo.
El Romano Pontífice ha manifestado con mucha gracia que los mexicanos no llenan de tanta visita papal, pues recibieron en varias ocasiones a Juan Pablo II y una vez a Benedicto XVI, de tal manera que ha dejado entrever que es hora de estar cerca del sitio emblemático del cruce fronterizo de tantos indocumentados.
Inclusive Valentina Alazraqui, decana de los corresponsales en el Vaticano, está confiada en que sí pise suelo mexicano el papa Francisco, aunque no se haya confirmado oficialmente la visita, y no duda de que la pasión del líder de la Iglesia Católica por los migrantes lo puedan hacer que alce su voz en pro de los derechos humanos de estos hermanos que buscan conseguir el “sueño americano”. Y un sitio ideal sería una ciudad fronteriza.
De ahí que las miradas se dirigen desde ahora a Ciudad Juárez y a Reynosa, y sólo el tiempo dirá si se consuma el anhelo de tanta gente de esta región por tener muy cerca al Papa de origen argentino, a quien une una amistad muy especial, desde hace muchos años, con uno de sus más cercanos colaboradores: el Cardenal Lozano Barragán. Y eso también podría inclinar la balanza para que llegue a México, aunque sea de pasadita, en 2015.?¿Y qué tal si de veras tuviéramos en esta tierra a un hombre de la dimensión de Jorge Mario Bergolio que ha sorprendido al mundo con su don de gente y su buen humor como Papa?
Por lo menos hay que creer que tal posibilidad pudiera concretarse. Y, si no, nada se pierde con echar al aire la imaginación.
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