Decía mi agüelo sobre las bebidas mezcladas: “¿Ron con cocacola? ¡Qué irrisión! Si te raspa, mejor ponle agua. Porque eso ya no te sabe ni a ron ni a cocacola.” Excepción hecha de los aguardientes “curados”, que eran algo como un ponche de frutas, yerbas o especias, pero fermentado, además, “medicinal”.
Y claro, la excepción de fuerza mayor en aquellos crudos inviernos rurales donde sin excepción de edades, se nos dosificaba una “canelita” o un sencillo café con leche, y “piquete”. Abrigaban más que los asfixiantes edredones caseros rellenos de “borra”. Esas bebidas eran como un cálido brasero, pero irradiando desde la panza. Y los gatos… ¡Irreemplazables para calentar los pies!
No sé quién hizo más por poner a Cuba en el genoma de los estadounidenses, si el ron de Ernest Hemingway o el “periodismo” manipulador de William Randolph Hearst (sujeto más pandémico y letal que el SARS CoV-2). Tal vez el segundo, porque desde el siglo XIX, cuando estalló el “Main” en el puerto de La Habana, al oír el discurso de los políticos gringos la palabra Cuba, todavía se percibe el eco de Hearst incitando a la guerra. Tanto sueñan en una Cuba “libre”, que pareciera que la desean también libre de cubanos, para lo cual han criado pacientemente sucedáneos, cubanos genéricos organizados en una especie de quincuagésimo primer estado traslapado en Florida. Un icono de este extraño híbrido social-político sería el cóctel “Cuba Libre”, ron con cocacola, ¡cómo no! Tan absurdo como masticar en México chicles de la American Chicle Company. Para los mexicanos, masticar “chiclets” no implica más que saliva y caries; para los cubanos de Cuba, tomar “cubas libres” podría ser una promesa de libertad, pero sugiriendo mucho al mezclar un Matusalén cubano con una gaseosa gringa. Curioso cómo el nombre de un cóctel es además un panfleto político.
¿Les falta libertad a los cubanos? Sí, definitivamente. La evidencia ha sido abundante durante muchos años. Incluso con información manipulada, no podemos soslayar eso. En México también hemos padecido falta de libertades, la de expresión, por ejemplo. Es muy obvio hoy que vemos diariamente los excesos de esa libertad. ¿Viven los cubanos bajo una dictadura? Pues sí, desde nuestra perspectiva, todo gobierno que impone restricciones más duras que las nuestras a cualquier libertad, es una dictadura.
Yo no sé qué prometió la Revolución Cubana a los cubanos. Por convicción o resignación la aceptaron, los que se quedaron. Evidentemente, si a los cubanos de Cuba se les antoja encaramarse en la Sierra Maestra y organizar el derrocamiento de Díaz-Canel, pues muy su país y muy su derecho. Si culpan al gobierno cubano por la falta de libertad, de cualquier tipo de libertad, ellos sabrán por qué, y haría bien el gobierno cubano en escucharlos. Yo no puedo alzar mi voz por ellos más allá de la solidaridad humanitaria. No tengo nada qué ofrecerles como una opción de gobierno. El que tenemos y padecemos no es tan bueno, y aplicado en Cuba podría ser peor.
Vociferar contra el gobierno cubano desde la comodidad de la ignorancia es una estupidez. Corear el oportunismo (golpismo) económico internacional es todavía peor.
Suponer que la “verdad” de Cuba está en Florida es un error muy conveniente para que suceda lo que durante tantos años ha querido Estados Unidos: imponerse en Cuba. ¿O alguien es tan tonto como para suponer que tanto tiempo de bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba no ha frenado radicalmente su desarrollo y no es una causa de sus carencias? ¿No es obvio que la apuesta gringa siempre ha sido por abortar el proyecto de nación de los cubanos? Y pensar que alguna vez los estadounidenses vieron con buenos ojos a Fidel Castro y su revolución.
No sé qué quiere el pueblo cubano, el de verdad, no el sucedáneo, porque la Cuba de Florida ya no es Cuba, es ron con cocacola. Después de más de medio siglo, supongo que los cubanos necesitan que su gobierno se adapte a los nuevos tiempos. Batista ya se fue, ya no es un parámetro actual. Han avanzado mucho a pesar de los obstáculos impuestos por Estados Unidos. Pero siguen atorados en esa trampa económica y que festeja el activismo a unos cuantos kilómetros al norte, en Florida. Porque esa pequeña Cuba en el extranjero ha consolidado ya mucho poder.
Bien harían los veloces opinadores de las redes en revisar antes, con cuidado, qué clase de sociedad engendró la dictadura mafiosa de Batista, qué originó la Revolución Cubana. Y luego, la influencia de la URSS y la obsesión estadounidense por la isla.
Así, vociferando, sólo se alienta una enésima intentona por intervenir en Cuba. En cualquier momento podrán hasta sacarse otro “Guaidó” de la manga (Venezuela no necesita otro improvisado en el poder sino un verdadero estadista).
Así que mejor prefiero ser cauto en este tema; medios y redes ya no son tan buena fuente de información. Discriminar noticias ciertas y falsas es ya tan tedioso como limpiar lentejas. La soberanía de Cuba está en Cuba, no en el extranjero. La indignación acomodaticia desde la distancia no es solidaria con los cubanos. Es nada más que ron con cocacola.
¿Un “cuba libre”? No, gracias. En todo caso, mejor “grog” frío y sin azúcar, el ancestro náutico del “mojito” y del “daiquirí” de Hemingway.