Cuando parecía que México obtendría solamente una medalla de bronce en Río de Janeiro con el boxeador Misael Rodríguez y una de plata en 20 kilómetros de caminata con Guadalupe González, la jornada del sábado 20 fue de resurrección para la criticada delegación al sumar dos de plata y una de bronce.
El clavadista Germán Sánchez, en plataforma de diez metros, y la taekwondoín María del Rosario Espinoza, lograron dos preseas de plata, mientras la sorpresa se dio en pentatlón moderno con el bronce de Ismael Hernández.
Desde que habían empezado los Juegos Olímpicos los aztecas fueron de fracaso en fracaso: en clavados femenil, en futbol, en marcha varonil y en boxeo, deportes donde las expectativas eran mayores.
La pobre cosecha de metales, aún con el milagro del Sábado de Gloria, no exculpa a Alfredo Castillo, un improvisado de Enrique Peña Nieto que igual ha sido procurador de Justicia, negociador del gobierno con las autodefensas de Michoacán, que dirigente de la Comisión Nacional del Deporte (Conade).
Lejos está nuestro país de llegar a ocupar los primeros lugares en la repartición de medallas en una Olimpiada, pero como consuelo están más de 140 países que están por debajo de México en la tabla general.
También hay que reconocer el cuarto lugar del lanzador de martillo, el regiomontano Diego del Real y de la clavadista Paola Espinosa, él con gran futuro a sus 22 años, y ella en el ocaso de su brillante carrera olímpica con dos medallas. Igual los dos taekwondoínes que arañaron el bronce: Itzel Manjarrez y Carlos Navarro.
Además hubo buenas actuaciones en triatlón femenil y 200 metros planos varonil. El resto de los atletas dejaron Río de Janeiro sin nada relevante.
Esta no es la primera vez que se cuestiona la actuación de la delegación nacional en una Olimpiada. Basta recordar cuando en Atlanta 1996, donde solamente se logró una a través de Bernardo Segura, bronce en los 20 kilómetros de marcha.
Hasta antes del sábado 20, un día antes de la clausura, todo pintaba para que México repitiera la actuación de hace 20 años, pero también en los deportes existen los milagros divinos que no limpiarán los pecados de sus dirigentes.