Voté por Andrés Manuel López Obrador en 2018 como lo hice en 2012 y 2006, creyendo que era lo que necesitaba México los siguientes seis años, pero muy pronto me arrepentí como otros millones de compatriotas.
Y no lo hice para castigar al PRI y al PAN, sino porque creía que AMLO se merecía ser presidente tras dos intentos fallidos, sobre todo en 2006 cuando el PAN, los empresarios y el entonces presidente Vicente Fox orquestaron una eficaz guerra sucia en su contra.
Todavía recuerdo la noche de las elecciones de 2018 que, entre trabajando y como mexicano satisfecho de mi sufragio, veía en la televisión la llegada de López Obrador al Zócalo para festejar su tan anhelada victoria.
¿Pero entonces qué hizo decepcionarme de él tan pronto? Fueron dos razones principales: una, el haber polarizado a México y el ver a todos sus críticos como enemigos y, la otra, cuando agarró parejo contra el periodismo que no estaba de su lado, poniéndole una etiqueta de corruptos a nombres y apellidos.
Y no solamente eso. Que sus dichos en las mañaneras exhibiendo documentos privados de ciertos periodistas del Sistema de Administración Tributaria (SAT), entre otros, los ponía en riesgo junto a sus esposas, esposos e hijos. ¿Por qué tanto odio de un presidente?
Ah, y se me olvida. En mi decepción tuvo qué ver el nombramiento de Sanjuana Martínez como directora de la agencia Notimex, a quien ponía en un altar como una “periodista profesional e incorruptible”, misma que cuando fue destituida en 2023 despotricó y amenazó con exhibir pruebas contra Claudia Sheinbaum.
Cuando falta menos de un mes para el fin de su sexenio, mi cerebro me agradece nunca haber visto ni oído un informe de gobierno, y menos ni un segundo de sus mañaneras. Aunque es cierto, eso no quiere decir que de todo me enteré.
Sólo asistí al Zócalo el primero de diciembre de 2018 minutos después de que tomó posesión de su mandato. Lo hice porque, como periodista, quería ser parte de ese capítulo de la historia de México.
El 1 de octubre próximo Sheinbaum recibirá la estafeta de AMLO, pero no dudo ni tantito que gobernará con su sombra. Ojalá y se vaya a La Chingada -su rancho- ubicado en Chiapas, como lo prometió.