Los abogados de Trump tienen uno de los trabajos más lucrativos. Cualquiera que no esté en su equipo envidiará con toda seguridad las altísimas facturas que debe pagar cotidianamente. Y al mismo tiempo ha de ser la peor pesadilla de cualquier abogado decente al tener que defenderlo a sabiendas de que su accionar, en el mejor de los casos, bordea los límites de la legalidad.
La última novedad, en una larga lista de conflictos y escándalos, es que se llevó por sus pistolas un montón de archivos, muchos clasificados como Top Secret, de la casa Blanca a Mar a Lago, su residencia en Florida. Los reportes de prensa mencionan que el FBI le confiscó más de 11 mil documentos en dos redadas; y se sospecha que podría haber más ocultos en la residencia. Por si eso fuera poco, se ha documentado la presencia de al menos dos sospechosos de espionaje, uno chino y otro ruso, en la residencia del expresidente. El asunto es terriblemente grave porque involucra información sobre capacidades nucleares de “una potencia aliada a los EEUU”, así como datos que podrían llevar a la captura o desaparición de espías norteamericanos en diversas partes del mundo. Difícilmente puede uno imaginar alguna razón legítima para que el expresidente haya decidido sustraer ilegalmente tales documentos; por otro lado, esta información vale millones de dólares para los adversarios de la potencia norteamericana.
Maestro en manipular las precepciones de la gente, Trump ha dicho que se trata de una persecución política para sacarlo de la pelea por la presidencia en 2024. Así, ligando la acción de la justicia a una supuesta motivación política, ha logrado empantanar todos los procesos. En esta era de la desinformación en sociedades altamente polarizadas, la gente tiende a creer ciegamente en los líderes de opinión con los que se identifica, dejando de lado los análisis objetivos que tratan de arrojar luz sobre estos temas. Sin embargo, es cuestión de tiempo para que se caiga el castillo de naipes; tarde o temprano alguno de los casos llegará a un final desagradable para él; y esta vez no habrá dinero suficiente para lograr un arreglo extrajudicial.
Si éste fuera el único caso, habría que darle el beneficio de la duda a Trump, pero se trata solo de uno más en una infinita lista de conflictos con la justicia que abarca casi cualquier rama del derecho. Así encontramos casos de probable evasión fiscal (algunos anteriores a su aventura política), sospechas de que intentó dar un golpe de estado el 6 de enero del 2021 y acusaciones de intento de fraude electoral en las pasadas elecciones del 2020. Su reputación se alimenta también de varios casos de abuso sexual que se resolvieron extrajudicialmente, así como diversos negocios aparentemente fraudulentos.
Trump logró hacerse con el liderazgo de una buena parte del electorado más conservador de los EEUU al acusar falsamente a Obama de no ser norteamericano. De alguna forma se convirtió en la gran esperanza blanca que recuperó el poder para esta minoría que repudia la idea del “melting pot” ahora que ellos son un ingrediente más.
Los líderes del Partido Republicano vieron la oportunidad de ganar la presidencia con este candidato frente a un Partido Demócrata dividido y encabezado por una Hillary Clinton altamente cuestionada por su pasado político. No es que lo aprecien mucho, es que se arriesgaban a una gran derrota si lo dejaban fuera; tal y como ocurrió con Ross Perot en 1992. Así los líderes republicanos enfrentaron la disyuntiva de perder la elección o perder el partido.
Pero Trump ha cruzado varias líneas rojas que lo vuelven un peligro mayor. Ahora el riesgo está entre perder el partido y perder el país. Por eso algunos republicanos prominentes, como Liz Cheney –la hija del famoso vicepresidente Dick Cheney, que gobernó con George W. Bush– han puesto en riesgo sus carreras políticas para detenerlo.
En su último discurso antes de ser destituida como tercera republicana en el liderazgo de la Cámara Baja, Liz Cheney afirmó sin referirse a nadie en particular: “Permanecer en silencio e ignorar la mentira fortalece al mentiroso”. Unas horas después, Trump se dio por aludido y respondió descalificándola como “un ser humano amargado y horrible”.
El mes pasado Liz perdió las primarias ante una contrincante apoyada por el expresidente y, con eso, la posibilidad de reelegirse en su escaño de la Cámara Baja. “Ahora comienza el verdadero trabajo” afirmó en su discurso de concesión. En 2024 tal vez se inviertan los papeles y sea el Partido Republicano el que llegue dividido a las elecciones con Trump, o alguien afín, como candidato. Veremos un adelanto en las próximas elecciones de medio término en noviembre.