Hace ocho años el nombre del Cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio sonó fuerte para suceder a Juan Pablo II a la cabeza de la Iglesia católica universal, pero la línea dura dentro del colegio cardenalicio favoreció a Benedicto XVI.
Esta vez, horas antes de que se conociera el nombre del primer Papa de América Latina en la historia, el mexicano Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara y que antes estuvo en la diócesis de Monterrey, estuvo entre los favoritos de la prensa italiana.
Con esa etiqueta, Robles Ortega protestará lealtad al nuevo Sumo Pontífice y, con sus actuales 64 años, esperará paciente el próximo cónclave para poder aspirar a estar entre los “papables” cuando Francisco I deje el trono.
Las apuestas de que el sucesor de Joseph Ratzinger hablaría el idioma de Miguel de Cervantes Saavedra y que sería de un país del Río Bravo hacia el Cono Sur, se cumplieron, aunque el nombre del Cardenal Bergoglio no era de los más mencionados en el deporte favorito de los cónclaves: la especulación.
Argentina no es el país más devoto de América Latina ni con el mayor número de católicos, porque por encima están México y Brasil, pero es quizá donde mayor encono entre la presidenta Cristina Fernández y un amplio segmento de la población.
A su edad, 76 años, el nuevo Papa podría jugar un rol como lo tuvo Juan Pablo II, de poner orden en un país que ya sufrió la crueldad de las dictaduras militares, de combinar su papel pastoral con el político.
En El Vaticano fueron públicas las pugnas del difunto esposo de la actual mandataria argentina con el Cardenal Bergoglio, acusado de alentar a la oposición en su papel de principal figura del catolicismo de Argentina.
Por lo pronto los legisladores de Cristina Fernández ya fijaron su postura ante el nuevo Papa, al no interrumpir una sesión del Congreso cuando Francisco salió al balcón de la Basílica de San Pedro, optando por concluir con un homenaje a Hugo Chávez.
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