Estuve viendo la cobertura que se dio en la visita a Matamoros de Josefina Vázquez Mota, candidata del PAN a la presidencia de la República.
El comentario más recurrente, más allá de sus propuestas, lo vistoso de sus eventos o alguna otra anécdota, fue el impresionante aparato de seguridad que protegía a la candidata.
Sin embargo, no fue sino hasta que vi algunas fotografías y videos del mencionado convoy, cuando ya no supe si sorprenderme o de plano ofenderme.
El contingente de once camionetas (muchas de ellas blindadas) que conformaban la comitiva de la auto llamada “jefa”, era custodiado por seis patrullas de la Policía Federal, algunas de ellas tipo pick up llenas de agentes armados hasta los dientes.
Además, estaban tres unidades del Ejército Mexicano con, al menos, seis soldados en su interior.
Pero la cuenta no paró ahí, también estaba el Sand Cat, como se le conoce al vehículo blindado todo terreno recientemente adquirido por las fuerzas armadas nacionales.
La escolta también tenía a su disposición una ambulancia para lo que pudiera ofrecerse.
Párrafos más arriba dije que al ver semejante convoy no supe si sorprenderme u ofenderme y me explico: nada más en pura gasolina ¿Cuánto creen que haya costado mover semejante cantidad de vehículos por todo Matamoros en un día de gira, considerando que las Suburbans, las Armadas y las Grand Cheerokees son unidades que saben consumir carburante?
¿Alguien será tan ingenuo para pensar que ese dinero lo paga la candidata de su bolsa?
Ya lo se… todos los aspirantes presidenciales han de traer un similar aparato de seguridad y eso no hace más que confirmar mi punto: se está gastando una verdadera millonada de un dinero que, se supone, es de todos nosotros, en mover a un grupo de personas por todo el país para que nos hablen de cómo le van a hacer para mejorar nuestra economía y sacar a millones de personas de la miseria.
Estoy seguro que allá afuera hay más de dos padres de familia pensando lo bien que les haría poder tener el dinero suficiente ya no para llenar el tanque de gasolina de su golpeado carrito, sino para completar el boleto del transporte público que lo lleve a trabajar.
Seguramente, mientras esperaban la llegada del transporte público, estas personas se han de haber sentido profundamente ofendidos al ver pasar este convoy. Más cuando se enteraron que en ellos se mueve alguien que, dice, “comprende sus necesidades”.
diasdecombate@gmail.com
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