El abstencionismo del que habla María del Carmen Alanís, presidenta del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, crece a una tasa del 20 por ciento cada tres años, siendo los procesos para elegir diputados federales los más desairados por los electores.
Según datos oficiales el abstencionismo en el año 91 alcanzó el 39.71 por ciento, en las elecciones de 1997 subió al 42.3 por ciento y en 2003 fue del 58.3 por ciento.
¿Por qué el electorado no acude a las urnas cuando elige diputados, pese a que existe mayor apertura y ya no estamos en el tiempo del unipartidismo?
Esa reflexión se hace necesaria ante la cercanía de los comicios, donde según las empresas encuestadoras, el porcentaje de abstencionismo e indecisión son muy altos.
Al ciudadano común no le hace ilusión ir un domingo a emitir su voto por un diputado federal.
Mucho tiene que ver en este desinterés, con la imagen que tenemos de los diputados, a quienes de levantadedos, dormilones y últimamente camorristas, no los bajamos.
El Congreso no ha logrado obtener el reconocimiento de la ciudadanía como factor que contribuya a la democracia y al bienestar de la población.
Es más, pensamos que se trata de un grupo que cuesta muy caro mantener y que no sirve para que avancemos como nación.
Póngase a pensar estimado lector y lectora, qué se le viene a la mente cuando piensa en un diputado.
Estoy equivocada si le digo que lo imaginamos sentado en su curul levantando la mano o bostezando, o tal vez poniéndose unos tapabocas a modo de brassier. Ésa es la percepción que tenemos de los legisladores.
Desconocemos para qué están ahí, qué hacen y dudamos que representen el sentimiento de la mayoría de la población.
Es más, consideramos que no son representativos más que de sus propios intereses como miembros de un partido político.
Esa imagen es alimentada por la desafortunada designación de candidatos realizada por los partidos.
Mire, haga un ejercicio mental, en su distrito electoral, ¿sabe quiénes son los candidatos de todas las corrientes políticas?
Por ejemplo, aquí en Ciudad Victoria, en el Distrito V, sabemos que el ex secretario de Salud es el candidato priista, que su primo hermano, es su contrincante en el PAN y por eso lo ubicamos, más que por su trayectoria en la política.
También estamos enterados de que hay una candidata perredista que se llama Lorena y un candidato del PSD que se apellida Medina, y Ceniceros del Partido del Trabajo, que, éste último junto con el aspirante del PRI, son los más conocidos.
Pero hablando con sinceridad, la mayoría son ajenos a nuestra realidad.
O bien, están demasiado vistos, como sucede con los candidatos priistas en los distritos correspondientes a Reynosa, Río Bravo, Matamoros, Tampico.
La única cara fresca que decidieron postular los del PRI, fue paradójicamente, una mujer, Cristabel Zamora en Nuevo Laredo.
Tal vez a ello se debe que cuando plantean la posibilidad de reelegir a los diputados, a los mexicanos nos disgusta la idea, porque no han requerido de la reelección para perpetuarse en los cargos de elección popular.
Sin embargo, la designación del Congreso debiera involucrarnos a todos, porque de ahí surge la toma de decisiones que nos afecta como país y si queremos una cámara que responda a los intereses de la ciudadanía, hay que votar.
ENCUESTA MODERADA
El periódico Hora Cero dio a conocer su sondeo de opinión y presenta números menos alegres que Consulta Mitofsky, especialmente en Reynosa donde la diferencia entre el candidato priista y el panista es de menos del 6 por ciento, lo que nos parece más realista, algo similar ocurre en Ciudad Mante, donde el priista tiene menos del 5 por ciento de ventaja sobre el panista.
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