Felicidades al grupo de mujeres que consiguieron en tan poco tiempo el que las autoridades las voltearan a ver y les concedieran un vagón del Metro exclusivo para su uso. Que la lucha no termine ahí.
Sólo un dato. Sí son el 50 por ciento de la población y de la fuerza laboral y la comunidad educativa ¿se conformarán únicamente con un vagón? ¿Qué pasará con la comunidad Lésbico Gay? ¿Les permitirán usar esos espacios o las desplazarán y rechazarán?
También externo mi queja por la forma discriminatoria en que las organizadoras de esta exigencia ciudadana atentaron contra mi persona, al calificar a todos los hombres usuarios del Sistema Metro como acosadores, degenerados y manoseadores. Nunca lo he sido ni lo seré, pero como dicen las feministas si le pegan a una, nos pegan a todas. Si ofenden o acusan a uno, nos acusan y estigmatizan a todos. Y no se vale.
Pero ¿Qué cambiará a partir de ahora? Sé que me echaré a muchas mujeres de enemigas por externar mi opinión, la cual considerarán misógina, machista, arcaica y retrógrada, además de sexista y fuera de contexto y realidad.
A las consecuencias me atengo.
Soy usuario frecuente y sufriente diario del transporte público de esta ciudad de Monterrey, el cual es insuficiente, caro, lento y complicado, no por gusto sino por imperiosa necesidad y me consta lo que enfrentan las mujeres y también los hombres en el día a día, mañana a mañana y noche a noche para desplazarse a bordo de camiones y el Metro.
Conozco por relatos y vivencias y denuncias de mujeres, familiares, amigas y compañeras de trabajo y en su tiempo de escuela, las agresiones directas o indirectas que algunas, no todas, llegaron a enfrentar con acosadores y manoseadores varones quienes en la impunidad del anonimato que dan las masas atrincheradas dentro de un vagón de Metro o el atestado camión, les permitía atentar contra ellas.
Repruebo eso y siempre lo haré, e incluso, en ocasiones llegué a la necesidad de intervenir en defensa y protección de alguna joven o niña o mujer, acosada por un depravado, casos que han sido aislados y poco frecuentes, pero han ocurrido y lamentablemente ocurren a diario.
Lo que quiero abordar y es donde se complica el asunto, es destacar la poca o nula capacidad y sensibilidad de las mujeres hacía ellas mismas y hacia los varones, sus contrapartes, a quienes muchas no muestran ni el respeto ni la amabilidad que exigen y reclaman.
Aquí mis apuntes y quejas_
Piden igualdad de derechos a los hombres. Bien hecho. Pero ¿acaso alguna mujer me ha cedido a mí –y a otros hombres- el asiento en el camión o el vagón de Metro?
¿Se conduelen o solidarizan las mujeres con los miles de trabajadores varones que después de una larga jornada, muchos, muchísimos enfrentan de pie, y les ceden el lugar para que no tengan que permanecer una y hasta dos o más horas de pie de regreso a sus casas?
No, no lo hacen porque son mujeres, y ellos son hombres, el llamado sexo fuerte y por ende deben de aguantarse y soportarlo todo.
En las paradas de camiones, insuficientes para atender a la inmensa masa trabajadora, las mujeres no quieren hacer fila, esperar su turno (vuelvo a lo de igualdad de género y derechos), y sencillamente con enarbolando su feminidad llegan y desplazan a los varones sin más ni más, sólo porque así lo dicta su naturaleza y las leyes inscritas bajo la bandera de “mujeres y niños primero”.
Y si por ceder mi lugar en el camión y ahora un vagón del metro llego tarde al trabajo yo y otros miles de hombres trabajadores ¿Quién pagará el día si nos regresan o descuentan el salario, quitan el bono de puntualidad o sencillamente lo despiden por esa falta laboral? El argumento de “jefe, llegué tarde porque no había espacio en el Metro ya que nos quitaron un vagón” no es justificación laboral, ni le importaría un carajo al maestro y al jefe, incluso a la esposa.
Como estudioso empírico del comportamiento humano y reportero que en todo se mete y opina, he apreciado con terror y un dejo de sarcasmo, como son muchas mujeres las depredadoras del sistema de transporte público en Monterrey: son las que avientan al entrar o salir del metro, son las que pisotean y jalonean con tal de alcanzar un asiento, son además, las que no le ceden el lugar a otra mujer sea esta anciana o este embarazada, ni mucho menos a un anciano o discapacitado.
Tampoco muchas usuarias del transporte público son atentas ni agradecidas con quienes, por educación y deformación profesional y social, les abrimos la puerta, les damos el acceso rápido al camión o, en ciertas circunstancias, les ayudamos a descender o ascender al camión. Carentes de educación y civilidad, se comportan como machos cabríos en contra de los pasajeros ya sean hombres o mujeres, todo por asegurar su espacio.
¿Les darán clases de civilidad, de solidaridad, de humanidad o sólo los hombres somos los malos de la película?