No hubo un solo integrante de la banca amarilla que no felicitara a Federico Insúa tras ser sustituido por Juan Carlos Mosqueda (72’).
Hasta el usualmente poco expresivo Ramón Díaz le sonrió e intercambió puntos de vista con el volante argentino unos cuantos segundos después de sentarse en el banquillo.
Acción que repitió con Guillermo Ochoa tras el silbatazo final de Jaime Herrera.
Y es que ambos futbolistas disfrutaron como nadie el primer triunfo del América (3-2) en esta nueva etapa… Pero lo más importante es que los dos colaboraron como ningún otro jugador azulcrema para conseguirlo.
Es cierto, durante varios minutos el Santos Laguna envolvió a las Águilas con el vértigo y los toques de primera intención que lo caracterizan; sin embargo, el campeón del futbol mexicano careció de la contundencia que le permitió dar la vuelta olímpica hace apenas un par de meses.
Las ausencias de Christian Benítez y Daniel Ludueña son demasiada desventaja, hasta para un conjunto en el que las individualidades sólo marcan la diferencia, porque la base está en el desempeño colectivo.
Algo de lo que todavía están lejos los pupilos del Pelado, aunque la eficacia ha aparecido y eso llena de fe a cualquiera.
Como el Pocho, quien parece haber dejado atrás el trauma que le provocó la fractura de menisco del ligamento cruzado anterior de la rodilla derecha sufrida en enero pasado.
Nueve meses después, el ‘8’ americanista volvió a jugar en el Estadio Azteca y lo hizo como si no viniera de una fuerte lesión.
Más allá de que todas las esperanzas ofensivas de las Águilas están puestas en Salvador Cabañas y Alfredo Moreno, Insúa está consciente de que debe ser el hombre que los llene de balones, el que genere buena parte de las llegadas capitalinas.
Como aquella en la que no desperdició el soberbio pase del Chango y sirvió medio gol a Cabañas, quien sólo realizó lo que mejor sabe hacer para darle rumbo al primer triunfo americanista en el Apertura 2008.
El cual se abrió con ese zurdazo (15’) que dejó sin oportunidad a Oswaldo Sánchez, quien perdió un duelo extra con su contraparte de las Águilas.
Porque Ochoa fue otro de los héroes en un equipo que mostró el deseo de saldar la deuda adquirida durante el campeonato anterior.
A pesar de que no pudo hacer algo en la extraordinaria ejecución del Chato (88’), el guardameta tapatío evitó —al menos— otras tres anotaciones, dos de las cuales se habrían presentado cuando los Guerreros aún no estaban abajo en el marcador.
Guillermo observó de reojo, en algunas ocasiones, al palco donde se encontraba Sven-Göran Eriksson —director técnico de la Selección Mexicana— con el deseo de saberse ganador en la batalla directa con Oswaldo por la titularidad en el cotejo eliminatorio, del próximo 20 de agosto, ante Honduras.
Independientemente de la obra maestra de Ochoa, concentrado y efectivo durante gran parte del encuentro, compartió honores con Insúa, pero también con la maestría goleadora de Salvador Cabañas, ese que siempre cumple frente al marco rival, sin importar los altibajos que reporte su equipo.
Y aunque las figuras estuvieron a tono, el Pelado Díaz cumplió su parte desde el banquillo: entre lo más notable de sus ajustes fue el cambio de bandas para José Antonio Castro y Óscar Rojas. Este domingo, el Gringo se desempeñó por la izquierda y el Kevin en la derecha, aunque sin grandes resultados.
El gol de Agustín Herrera (93’) ni siquiera sirvió para darle un emotivo final al cotejo, pero sí para valorar todavía más la actuación de Ochoa, cuyas intervenciones terminaron siendo la diferencia.
Al igual que la magnífica maniobra de Cabañas (86’) en su segundo tanto de la tarde, ese que le permitió al América obtener sus primeros tres puntos del certamen, pero —sobre todo— creer que sus individualidades ya funcionan… Ahora sólo falta que el conjunto aparezca.
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