El conteo comienza en el cielo. 10, 9, 8…3, 2, 1. Cada número lo forma el fuego. 80 mil cabezas se inclinan hacia atrás para subir la mirada. Las tribunas vibran con el sonido de los fuegos artificiales. Retumba en el pecho. Los chinos han decidido despedirse como iniciaron: con tambores. Coordinando cada movimiento.
Demuestran hasta el final que lo suyo es la organización, la unión. Un cascabeleo invade el Nido de Pájaro, son miles de mujeres en el escenario con trajes que registran sus movimientos con sonido. Es el primer performance de la noche y las bocas de varios siguen abiertas de sorpresa.
Impresiona. Lo que se esperaba fuera menos espectacular que la inauguración sigue fascinando, aunque con un ambiente menos formal, por eso los atletas entran sonrientes, buscando las cámaras de video para levantar los dos pulgares y que sus compatriotas los miren en las pantallas.
Algunos con medallas puestas, otros con sonrisas grandes. Salen con sus cámaras de video y foto para registrar el momento, para captar desde el es escenario a un estadio lleno que se rinde ante ellos con aplausos. Toman sus lugares y el resto de la ceremonia la viven de cerquita.
Súbale, va para Londres. Del extremo derecho aparece un autobús rojo de doble piso. La ruta es Beijing- Londres y el letrero luminoso del parabrisas aclara que el destino final es Londres 2012. Después de pasearse por el Nido de Pájaro se detiene y baja una niña para recibir un balón, es obvio adentro viaja David Beckham.
Y sí, pero hay que esperar otro poquito. Primero el autobús comienza a abrirse, como si se tratara de una flor en primavera, destapa el segundo piso y presenta una ciudad verde. Se convierte en un escenario de edificios, cómo muñeca de pastel, sale Leona Lewis, cantante británica y comienza el rock. Son los primeros guitarrazos que se escuchan en el Nido de Pájaro. Londres llegó no sólo con el emblema más famoso de su ciudad sino que presentó a través de la música una ciudad completamente diferente a Beijing. Aquí las cuerdas suenan a occidente.
Por fin la sorpresa anunciada con el balón ocurre. David Beckham en pants negro y sonrisa conquistadora se lleva la ovación. El estadio grita y hasta los atletas que estaban paraditos en el centro se aglutinan lo más que pueden del “London bus” para apreciar al güero más guapo de la noche.
Es un hecho, las olimpiadas ahora le pertenecen a Londres y Beijing se despide con tres jóvenes subiéndose a unas escalinatas de avión y mirando como el fuego se despide del pebetero. La nostalgia llega sola. Los momentos mágicos los recuerdan las pantallas del estadio, hay imágenes de gloria, triunfo, de ganadores, de sonrisas, de besos al oro. Dos fechas se marcan junto a la antorcha apagada: 8-8-8 y 24 -8- 8.
Llegó el fin. No sin antes sacarles del corazón un oooooh más a los que miran. Del centro del escenario una base giratoria tipo pastel de cinco pisos hace su aparición, en vez de merengue trae un ejército de chinos con trajes metálicos que comienzan a curvearse. Con movimientos perfectos y sincronizados forman el logo de los juegos, Una vez mas China demuestra cómo se hace. Cómo se coordina el cuerpo para crear sorpresa. El cierre de oro, pues de la base de cinco pisos estiran metros de tela para verter el escenario los colores que distinguieron el uniforme de los atletas chinos: naranja y rojo.
No podía terminar de otra forma. Simplemente imponente. El estadio vuelve a retumbar con el sonido de los fuegos artificiales y la gente vuelve a abrir la boca, entonces a una mexicana en las tribunas le sale del corazón una frase: “China se escribe con C de chin…”
Zaijian, adiós Beijing.
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