Querétaro, Qro.-
Prefirió cruzar los brazos y dejarse llevar por los acordes de la sinfonía que emanaba desde el maltratado césped del estadio La Corregidora. Lo que anhelaba Miguel Herrera era deleitarse.
Pegó su último grito cuando todavía no se llegaba a media hora de partido.
Fue justo antes de que Rubens Sambueza acariciara el balón para detonar el júbilo amarillo en el “Aztequita” (30’). Obra de arte firmada por uno de esos virtuosos con inestable comportamiento, a los que todo se les perdona gracias a su sensibilidad.
Nueva muestra de que el “Piojo” no se equivocó al brindarle otra oportunidad. Clímax de un juego resuelto desde antes que iniciara el campeonato.
Mientras la directiva del América reforzó al equipo para buscar el título, la del Querétaro se armó con lo que pudo. El retorno del goleador Carlos Bueno es muy poco para un grupo que inicia cada duelo en plena agonía.
Los rivales le fulminaron gracias a la potencia de Christian Benítez y el arrojo de Raúl Jiménez. El medallista de oro olímpico (homenajeado, junto con Diego Reyes, previo al silbatazo inicial), robó aquella pelota que cayó en los pies del “Chucho”. El resto fue simple rutina para el depredador de ébano (10’).
Mazazo que derrumbó a los frágiles Gallos Blancos. Comienzo oficial de la sinfonía americanista.
Daniel Montenegro y Sambueza destacaron entre los concertistas azulcremas. Par de artistas que mostraron su repertorio de gala.
Unos cuantos toques de primera intención, combinados con desbordes y disparos de media distancia, bastaron para construir el 4-0 que registró el marcador electrónico del inmueble, diferencia apenas justa con relación a lo sucedido en el campo. Monólogo que llevó a Herrera hasta el delirio.
Lo de la hora restante fue trámite. El Querétaro se ahogó en sus limitaciones y desesperación; el América simplemente se regodeó con el contrincante, al igual que su carismático timonel.
Jiménez y Benítez erraron claras opciones frente a la portería defendida por Juan Castillo. El rostro de Miguel se descompuso un poco, mutación apenas perceptible. Nada le impediría gozar.
Primera vez que las Águilas le marcan, en casa, cuatro anotaciones a los queretanos. Humillación que ha puesto a Carlos de los Cobos en el patíbulo. Luce condenado, al igual que un plantel hundido en el último sitio de la clasificación porcentual.
Los amarillos todavía no pierden en el Apertura 2012 (dos victorias y tres empates), aunque el hombre que las guía no había disfrutado así en todo el certamen. El sufrimiento y enojo habían sido esenciales en su modus vivendi dentro de los juegos.
Rubens exorcizó fantasmas con su soberbia ejecución de tiro libre. Ya suma tres festejos en el torneo. Ha igualado su mejor marca.
“Se hablaron muchas cosas sobre mi contratación, pero afortunadamente todo ha salido bien”, presumió el atacante argentino. “No llegué por negocio. Lo que quiero es ayudar al equipo”.
Meta lograda con chispazos como el que ayer regaló al hombre que jamás dejó de confiar en él, con quien intercambió pícaros guiños antes de que el juego se reanudara.
Tarde de paz para Hugo González, su primera en el campeonato. Normal para cualquier meta águila en La Corregidora, sobre cuyo pasto los locales acumulan 337 minutos sin horadar la portería amarilla. El más reciente tanto lo hizo Emilio Mora, hace casi seis años.
Equilibrio perfecto de un equipo que deleitó a su estratega. Christian Bermúdez cerró la sinfonía con un sutil toque (86’). Para entonces, el “Piojo” ya viajaba al firmamento, impulsado por los dulces acordes de los concertistas que están a su cargo.
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